Veinticinco de diciembre de 1991. Tras el final de la Guerra Fría proclamado dos años antes por George H. W. Bush y Mijaíl Gorbachov y la disolución en el 91 del pacto de Varsovia, la Unión Soviética termina de caer seis meses después de que Estonia, Letonia y Lituania se separasen de la URSS. El comunismo ha perdido. El capitalismo ha ganado la partida. Y pese a que muchos entonces lo celebrasen entre otras cuestiones porque la maquinaria propagandística americana y capitalista hiciese desde los medios de comunicación y las fuentes culturales, de entretenimiento y educacionales un retrato victorioso en pos de una supuesta libertad —liberal— la verdad es que el tiempo ha acabado por demostrar que la fe ciega en esta doctrina política quizás no era el camino más acertado. Y aunque desde los mass media se intente vender el capitalismo como un triunfo absoluto, la clase obrera comienza a despertar del sueño americano, no tanto como convencidos obreros con conciencia de clase sino como quien despierta de una pesadilla sin recordar muy bien qué pero sabiendo que hay algo que está mal.