Hay debates en esto del videojuego que son eternos y por más que nos dediquemos a discutir, jamás vamos a llegar a un acuerdo. Uno de los más recurrentes es el tema de la duración en un juego. Especialmente en los últimos años, en los que el género sandbox o mundo abierto parecen acaparar todos los focos, los estudios suelen competir por ver quien tiene el mapa más grande y ofrece más horas de duración. ¿100 horas? ¿200 horas? ¿Un planeta a explorar? ¿Un universo? ¿Alguien da más?
Pero ¿Es realmente tan importante la duración de un videojuego ? ¿Es un juego mejor por ser más largo o es preferible ajustarse al dicho de que ‘lo bueno, si breve, dos veces bueno‘? ¿Suelen caer los juegos largos en la repetitividad? Es un debate que da para mil textos y que podemos abarcar desde numerosos frentes. Por ello, hemos reunido 6 voces diferentes en este artículo para que opinen con total libertad sobre esta cuestión.
Para enriquecer este artículo y aportar visiones diferentes, hemos contado con la colaboración de Estela Villa e Igone Martínez, redactoras del medio Cosas de Chicas Gamers.
Estela Villa – Cosas de Chicas Gamers
Esa es la eterna pregunta que nos hacemos cuando empezamos un juego nuevo, pero ¿de qué depende que un juego nos parezca largo o corto? La respuesta es simple, de su historia y la capacidad que ésta tenga para engancharte. Personalmente, prefiero experiencias cortas a largas por el simple hecho de que aunque la historia en sí sea atrayente, como pudiera ser The Last of Us 2 hablando de un juego actual, al final siempre acaban metiendo mecánicas o historias que no aportan nada, salvo alargar innecesariamente las horas del juego. Y esto es algo que a mí me ha pasado con la segunda parte del juego de Naughty Dog, que debería haber sido más corta y directa.
Por norma general, los juegos que suelen ser largos, o a mí se me hacen largos, son los denominados sandbox o juegos de mundo abierto, aunque siempre hay excepciones. Dentro de este género podríamos diferenciar en aquellos que realmente apuestan por una experiencia larga pero satisfactoria, como por ejemplo The Witcher 3: Wild Hunt, o aquellos que bajo mi punto de vista se hacen tediosos, como Metal Gear Solid V: The Phantom Pain, juego que terminé porque es mi saga favorita, pero que si no existiese tampoco pasaría nada. La diferencia entre uno y otro son muchas, jugabilidad, historia, misiones secundarias… Pero como he comentado antes, lo que te hace terminar un juego es querer saber cómo termina y en estos dos juegos tenemos experiencias totalmente distintas. En el caso de The Witcher 3 tanto las misiones principales como las secundarias tienen relevancia en la historia y aunque no sea obligatorio jugar las secundarias, la propia historia del juego te empuja a jugarlas para conocer más de su Universo. ¿Ocurre lo mismo con The Phantom Pain? Rotundamente no. El último juego de Hideo Kojima en Konami, además de ser un despropósito por ser un juego inacabado, cuenta con una trama principal que no termina de enganchar y si a eso le sumamos las múltiples misiones secundarias insulsas, tenemos que el único motivo que te lleva a terminar el juego es querer quitártelo de encima.
En conclusión, ¿son mejores los juegos largos o las experiencias cortas? Depende mucho de los juegos y de cómo estén planteados. En mi opinión, siempre preferiré juegos cortos que vayan directos al grano y que dada su duración me permitan poder disfrutar de más experiencias, pero como se suele decir, para gustos los colores, ¿no?
Igone Martínez- Cosas de Chicas Gamers
¿Juegos largos o experiencias más cortas? Una pregunta complicada que tal vez tenga una respuesta dentro de otra pregunta: ¿Cuánto tiempo necesita un videojuego? El que necesite para mostrar lo que tiene que contar. No es lo mismo contar la historia de la trilogía de Mass Effect que la del Tetris ¿no?
Pero vamos a complicarlo con otra cuestión: ¿Cuánto tiempo podemos dedicarle a los videojuegos? Difícilmente un mundo abierto pueda completarse en una experiencia corta y no podríamos concebir un Red Dead Redemption o Assassin’s Creed Odyssey, por poner un par de ejemplos, sin que duren más de 30 horas aunque nos centremos solo en las misiones principales.
La diversidad que ofrecen los videojuegos es una maravilla y a su vez, una tortura. Antaño, para que un videojuego tuviera una gran duración, se le aumentaba la dificultad (a excepción de los RPGs), bueno y también para que echáramos más monedas si se trataba de una recreativa XD. Hoy día podemos elegir entre diferentes géneros, narrativas y modos de juego. Incluso si nos ha gustado mucho un videojuego en cuestión, podemos completarlo al 100% o platinizarlo para sentir que hemos exprimido el juego al máximo. ¿Tenemos tiempo para ello? Afortunados sois quienes respondáis que sí.
Volviendo a juegos largos o experiencias más cortas, ningún grupo es mejor que otro, tan solo experiencias diferentes que dependen de qué tiene el equipo creativo en mente. Que sean mejores o peores videojuegos dependerá de si su ejecución satisface al usuario. Yo adoro todas las opciones y lo único que lamento es no poder contar con el tiempo suficiente para perderme entre praderas y montañas de mundos abiertos, sin embargo, no soporto cuando las misiones u objetivos en los juegos no tienen ni oficio ni beneficio. Especialmente las misiones que a menudo denominamos “de recadeo”, que te obligan a cruzar un mapa de punta a punta para obtener un ítem que tal vez sea importante para la obtención de un objeto relevante y por tanto estemos obligados a completar la misión, pero que no aportan nada a la trama y su consecución es tan repetitiva, que resultan ser anodina y aburrida.
Hasta Bioware confesó haberse fijado en las misiones secundarias de The Witcher 3 para no repetir en Mass Effect Andromeda, el resultado de Dragon Age Inquisition, cuyas misiones secundarias son de lo más aburridas y repetitivas.
Dicen que si lo bueno si es breve, dos veces bueno. ¡Cuántos videojuegos nos habrán dejado con ganas de más tras terminarlos! Un videojuego tiene una duración media, que a puede variar según el usuario. A quien le guste explorar, le durará el juego mucho más que quien vaya “a lo gonzo”. Sea larga o corta la experiencia, lo importante es disfrutarla.
Sofía Francisco – ChicaBits
No es la primera vez que se establece un debate entre si los juegos deben ser cortos o largos, sin embargo, sí es la primera vez que parece haber una tendencia general por buscar experiencias más asequibles (en términos de tiempo) que antes. Esto se puede producir por la falta de tiempo que muchos de nosotros tenemos, ya no contamos con la libertad que teníamos cuando éramos adolescentes o jóvenes adultos, sino que tenemos que conciliar el poco tiempo libre que puede quedarnos y elegir bien qué obras vamos a descubrir.
A la hora de seleccionarlas, también es importante elegir bien, cómo no. Muchos géneros se quedan fuera si escogemos algo corto, dado que, formatos como los sandbox o los juegos de mundo abierto suelen tener decenas de horas de recorrido. Por el contrario, algunos indies suelen ser más livianos en cuanto a duración se refiere: mucho de ellos no llegan a las dos o tres horas. Esta es una buena alternativa si tenemos poco tiempo y, en ningún caso, quiere decir que dichas obras tengan un resultado pobre o que nos vayamos a quedar con ganas de más.
De hecho, uno de los géneros a los que podemos acogernos si contamos con poco tiempo es el de los walking simulators. Hace un año publiqué un ensayo titulado: “Walking simulators: la exploración hecha videojuego” donde profundizaba en el largo debate sobre precio y duración de estos títulos. Debido a los grandes prejuicios entorno a que estos juegos “no eran juegos sino películas” o cosas peores, muchos jugadores se negaban a pagar quince euros por una experiencia de una hora u hora y media.
Esto es algo que si hablamos de un debate entre juegos cortos o juegos largos tiene que estar presente, porque el precio determina, también, la visión que tengamos de uno u otro formato. Hay juegos cortos que se nos pueden hacer eternos y juegos largos que nos pueden dejar con ganas de más, pero lo que está claro es que nuestra propia forma de entender los videojuegos y sobre todo, el valor que le demos a dichos videojuegos determinará la elección de uno frente a otro. Bajo mi opinión, cualquier juego es una buena forma de entretenerse, de aprender y de disfrutar. No podemos descartar un género entero solo por lo que hemos oído, por los prejuicios que se han volcado sobre este tipo de juegos o por las opiniones de los demás. Es posible que, si tenemos una mente abierta, podamos descubrir nuevos videojuegos que nunca pensábamos que nos iba a gustar. Los walking simulators, por ejemplo, son uno de los que más han sido vilipendiados en los últimos años tanto por la comunidad como por la prensa (aunque esta última también ha ayudado, en gran parte, a que sean vistos de mejor manera), por lo que debemos de siempre contar con el criterio propio y buscar lo que mejor se adapte a nuestra forma de ser jugadores: sin mirar horas, sin mirar precio, solo siendo conscientes de lo que, realmente, nos va a gustar
Joan Llobera
Desde hace algunos años, el videojuego ha pasado a ser concebido de un medio de entretenimiento más a un producto cultural. Con ello no se da a entender en ningún momento que todas las obras vertidas en este campo tengan las mismas pretensiones. No todos los videojuegos se enmarcan dentro de las «industrias culturales». Sin embargo, dentro del contexto en el que vivimos algunas experiencias jugables, se puede afirmar rotundamente que éstas, más allá de pretender divertir al receptor a través de la interacción con sus mecánicas, fueron concebidas con el objetivo de contar algo. Son diversos los títulos que consiguen su fama debido a precisamente desmarcarse de la industria general y contar una historia por encima de los estándares de la industria
Con la crecida exponencial de jugadores que ha habido recientemente, se han multiplicado el número de experiencias “no normativas” dentro del campo de los videojuegos.
El hecho de que cada vez sea más fácil mantener conversaciones en las que ya se parta de la premisa de que los videojuegos forman parte de las industrias culturales, eleva el discurso y permite mantener debates como los que están surgiendo constantemente a través de las redes. Debates como el que nos ocupa hoy. El dilema de la duración planta la típica disyuntiva en la que debemos elegir entre un producto medianamente bueno y muy largo o una experiencia objetivamente mejor con su contraparte (más reducida).
La respuesta es simple: Los videojuegos deben durar lo justo y necesario.
Thirty Flights of Loving es un título que dura 20 minutos y resulta una clase magistral de cómo se construye una historia en los videojuegos. Es un trabajo ejemplar del que todos los desarrolladores deberían tomar nota. En poco tiempo se nos presenta a unos personajes relevantes, una ambientación sublime a la par que minimalista y una historia que, si bien deja ciertos puntos abiertos en su trama, cierra de manera ejemplar. No es más que una aventura encapsulada en una dosis especialmente pequeña.
Es innegable que hay cierto tipo de jugadores que disfrutan de las experiencias infinitas, pero hay que entender que precisamente ese tipo de experiencias no tienen ningún trabajo de creación previo en términos narrativos. Si un juego en su fase de preproducción tiene la intención de ofrecer más de 200 horas de juego, indiscutiblemente se están anteponiendo unas mecánicas adictivas a una buena historia, ya que es imposible alargar una trama coherente con personajes interesantes tanto tiempo. Tampoco quiere eso decir que un videojuego largo no pueda tener una trama disfrutable, pero ésta estará repartida a lo largo de un argumento repleto de picos bajos. Sin embargo, si un título no mete absolutamente nada de relleno tiene más posibilidades de ser perfecto (entendiendo así que en la experiencia ni falta ni sobra nada).
Al final la decisión es de cada uno, y cada uno decide por lo que se desvive más. Algunos preferirán videojuegos alargados artificialmente que puedan durarles años mientras que otros buscarán solo experiencias jugables cortas. Como siempre en la moderación está la astucia. Como consumidores debemos saber distinguir entre esos juegos que solo quieren consumir nuestras de las experiencias larga por su enorme universo.
Yova Turnes
Quizás debería decir -o se esperaría que dijese-, ahora que las obligaciones paternales añadidas al resto de obligaciones “adultas” me dejan ya poco tiempo para mis jugar a videojuegos, que prefiero los juegos cortos, pero estaría mintiendo descaradamente.
Siempre me han gustado los juegos largos, muy largos incluso. He jugado decenas de RPGs, juegos de estrategia, de gestión y sandbox de esos que suman cantidades absurdas de horas de 3 cifras en tu perfil a poco que te despistes. Y no me arrepiento. Disfruto dedicando horas a explorar cada rincón, subiendo todos los niveles de experiencia posible, encontrando objetos ocultos, coleccionables y, sobre todo, desbloqueando los adictivos logros. Si un juego me gusta no me importa dedicarle decenas de horas, incluso cuando no son necesarias para completarlo. Disfruto exprimiendo el juego y empapándome todo lo posible de sus escenarios, de sus personajes, y de sus secretos. Me gustan las historias, me gusta saber esos detalles que no conoces si te dedicas a completar el juego sin más. Me encantan esos logros que te hacen explorar todo el mapa, o descubrir todas las carreteras, o viajar a todas las localizaciones. Sí, soy de esos.
Por el contrario, los juegos cortos, por lo general, parecen deslizarse entre mis dedos, pasar sin pena ni gloria -salvo por supuesto excepciones muy honrosas-, como ese pincho de tortilla que te ponen en el bar que está rico, pero te sabe a poco. A menudo no recuerdo juegos cortos que he completado, incluso cuando me han gustado, es como si los hubiese consumido cual comida rápida. No quiero decir que no disfrute de juegos cortos o que no haya buenos juegos cortos, pero suelo desestimarlos a menudo a favor de los que sé que me van a reportar horas de juego, incluso cuando dudo de si podré dedicárselas.
Por ejemplo, una cosa que me gusta hacer es retomar un juego largo que he dejado a medias hace tiempo, reaprender sus mecánicas, recordar sus historias y volver a introducirme en él. Y a ser posible completarlo o, cuanto menos, avanzar un poco más. Y esto no puedo -o no me llena- hacerlo con juegos de corta duración.
En definitiva, aún cuando a día de hoy mi reducido esquema de horas videolúdicas me debería inclinar a disfrutar de experiencias de juego cortas, concentradas, directas al grano, sigo disfrutando mucho más de los juegos largos, extensos, tanto los que lo son per se como aquellos que te dejan alargar su experiencia sólo cuando tú quieres. No me importa no completar juegos, prefiero seguir navegando pausadamente por las aguas de los océanos sin un rumbo fijo, empapado hasta los huesos, que salpicarme en las charcas sólo por decir que me he mojado.
Goyo ‘Dejota’
A mí, por lo general, me gusta ir al grano. Me gusta iniciar el juego, que me cuenten la trama de turno rápido y comenzar sin demasiados preámbulos a jugar. Velocidad, ritmo y que el juego me permita entrar en el personaje en poco tiempo sin necesidad de largos tutoriales, cinemáticas o conversaciones. Sin embargo, los juegos de larga duración, que normalmente asociamos con géneros como el sandbox, mundo abierto o RPG, son todo lo contrario al frenetismo y requieren grandes dosis de paciencia.
Para mi es algo comparable a escoger entre ver una película o ver una serie. Si elijo la primera opción, en dos horas habré llegado al final, habré disfrutado – o no – y difícilmente tendré la sensación de haber ‘perdido el tiempo’ aunque la experiencia no haya sido buena. Por otro lado, a la hora de poner una serie siempre tengo la idea de que, si tiene muchas temporadas, indudablemente tendrá relleno, capítulos de transición y momentos de tedio. Los videojuegos largos me despiertan sentimientos similares.
Qué pereza comenzar un juego de mundo abierto de 150h-200 que me obligará a estar unas 30 o 40 haciendo misiones clónicas que consistirán en llevar un objeto del punto A al punto B y otras tantas horas las pasaré en conversaciones irrelevantes o perdido en cinemáticas que me cuentan una historia que no me interesa. Me resulta incluso doloroso pensar que en lo que tardo en hacer dos misiones de un juego como Assassin’s Creed: Odyssey, por ejemplo, pueda pasarme un par de indies que van al grano y que seguramente me resultarán más estimulantes que matar a los romanos de turno en una misión procedural más.
Y, sin embargo, pese a preferir las aventuras de corta o media duración, cuando logro conectar con uno de estos juegos de mil horas, es maravilloso. Red Dead Redemption, por ejemplo, me fascinó. No sé cuántas horas le pude dedicar al juego de Rockstar, pero cientos. Algo similar me sucedió con el reciente Spiderman, sacaba tiempo de donde no lo había, incluso perdiendo horas de sueño, sólo para lanzar telarañas. Quizás sea la temática que encaja con mis gustos, quizás que son juegos casi perfectos en todos sus aspectos o puede que sólo pasear a caballo o balancearse entre rascacielos sea tan placentero que hacen olvidar cualquier fallo. No lo sé, el caso es que me maravillaron y les saqué todo el jugo. Pero son la excepción. Tanto es así que Red Dead Redemption 2 lleva en mi estantería desde diciembre, esperando aún el momento de entrar en mi PS4. Sé que me va a gustar y que cuando lleve unas horas pensaré ‘¿por qué no lo he jugado antes?’ pero como si de una serie de diez temporadas se tratara, cada vez que hago el amago de iniciarlo, acabo por pensar ‘qué pereza, quizás otro día’.
Hasta aquí nuestro primer especial de debate. Agradecemos enormemente a Cosas de Chicas Gamers su participación y os invitamos a todos a comentar vuestra opinión: ¿sois más de juegos largos o cortos?
Autor
Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.
Estela Villa
Mi pasión por los videojuegos me llevó a terminar una Ingeniería T.Informática y un Máster de modelado y animación 3D para videojuegos. Soy gamer de nacimiento y fan incondicional de la saga Metal Gear. Además de jugar, en mis ratos libres me dedico a otros de mis hobbies como el cine, las series y la lectura.
Igone Martínez
Tan friki como manca, policonsolera y aficionada a todos los géneros, pero en especial, el survival horror. Silent Hill es mi destino ideal de vacaciones.
Escritora empedernida de cultura en general y de videojuegos en particular. En DeVuego podrás leer mis análisis, escritos de opinión o ensayos de investigación sobre el mundo de los videojuegos.
A veces me da por escribir, otras no tanto
Padre | Informático | Gamer | Metalero
Comunicador y documentalista de videojuegos
Creador de DeVuego, DoblajeVideojuegos, DeVuego LATAM o PonVozATuJuego, entre otras.