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Tras una vida llena de desgracias e infelicidad, vuestra alma está a punto de pasar al más allá. Nadie ha acudido a vuestro funeral, y las dudas sobre qué hicisteis mal en vuestra vida para que todo terminase así amenazan con atormentar eternamente vuestro espíritu inmortal. En ese momento, un demonio guaperas se aparece ante vosotros y os propone un trato: os ofrece una segunda oportunidad. La capacidad de volver a vuestra juventud y corregir los errores que cometisteis para, esta vez sí, tener la vida que siempre habéis deseado. A cambio, el demonio solamente pide una cosa: vuestra alma. ¿Qué haríais ante una situación como esta? ¿Aceptaríais el trato? Y, en el caso de que lo hicierais, ¿cuáles serían las consecuencias? Por suerte, no será necesario que esperéis a vuestros últimos instantes en el plano terrenal para conocer la respuesta a estas preguntas, porque precisamente esta es la premisa de Demons Never Lie, el juego del que os hablaré hoy.
Demons Never Lie es la ópera prima de Indie Bug, un estudio madrileño formado por una sola persona, Maika Hernández. El juego podría definirse como una aventura Point & Click de cortre bastante clásico. En él controlaremos a John, un pobre diablo que, justo antes de ascender al más allá, pacta con un demonio llamado Ocaso para poder volver atrás en el tiempo, a la flor de su juventud, e intentar tomar las decisiones correctas para tener una vida plena y feliz. Bajo esta interesante premisa, se nos presenta un videojuego con temática espiritual y ocultista, donde conceptos como la muerte, el karma y la reencarnación están presentes en todo momento.
Empezando por la jugabilidad, como ya he dicho antes, Demons Never Lie es una aventura gráfica en toda regla. El único elemento necesario para hacer funcionar todo el juego es el click izquierdo del ratón. Ya sea para desplazar a John por el escenario o para hacerle interaccionar con objetos y NPCs que vayamos encontrado, simplemente deberemos clickar sobre el elemento que nos interese o en el lugar donde queremos colocar al personaje. Por una cuestión de precisión al apuntar y de un juego de cámaras poco pulido, en un principio este control puede hacerse algo tosco, pero tras un rato jugando estos pequeños defectos van perdiendo importancia hasta casi olvidarnos de ellos.
En cuanto a los puzles, también siguen el planteamiento habitual en esta clase de juegos. En los escenarios que visitemos encontraremos algunos objetos que podremos recoger y añadir a nuestro inventario. Una vez en nuestro poder, podremos utilizarlos para interaccionar con otros objetos o personas y así ir avanzando en la historia del título. Por lo general, los puzles de Demons Never Lie son bastante sencillos. Su objetivo no es en ningún momento hacer que nos exprimamos el cerebro hasta sacar la solución, simplemente son un vehículo para hacer avanzar la trama. De hecho, en el rompecabezas que se me hizo más complicado, la dificultad residía en que se me había olvidado revisar una zona del escenario y, por tanto, no tenía todos los objetos necesarios. Si no tenemos en cuenta mi limitada capacidad de procesamiento, tanto las escenas como los puzles de Demons Never Lie son fáciles de leer y es muy complicado que uno llegue a sentirse perdido sin saber qué hacer. Además, las resoluciones son muy lógicas y nunca se nos pide que hagamos interacciones complicadas de deducir o poco evidentes.
Una vez contextualizado el título y aclarado el funcionamiento del gameplay toca hablar de la trama, el verdadero atractivo del juego y, sin duda, su parte más importante. La historia de Demons Never Lie se narra al estilo “Trilogía del Error”, aquel glorioso capítulo de la duodécima temporada de los Simpson donde se nos muestra una misma historia a través de la perspectiva de Homer, Bart y Lisa. Pues bien, igual que en el que sin duda es el mejor capítulo de la historia de las series, en este juego viviremos la historia principal a través de los ojos de varios protagonistas, descubriendo poco a poco conexiones entre personajes, y no será hasta el final de la última vuelta que tendremos una imagen general de la trama completa.
Más allá de lo curioso que resulte presentar una historia de esta manera, lo cierto es que esta estructura funciona realmente bien (seguramente debido a que, de base, la trama está muy bien llevada). Gracias al enfoque multi-dimensional que se consigue con esta narrativa fragmentada, la historia da pie a un desarrollo de personajes realmente bien trabajado. Ver los hechos a través de los ojos de diferentes protagonistas permite conocer a los personajes desde diferentes perspectivas, cosa que les da profundidad y realismo. De hecho, una de las cosas que más me sorprendió fue ver lo humanos que son la mayoría de los personajes y lo orgánicas que son sus evoluciones, que no se sienten forzadas en ningún momento. Todos ellos se equivocan durante el desarrollo de la historia, cometen errores, pero gran parte del mensaje de Demons Never Lie pretende decirnos que no pasa nada por equivocarse, que todos lo hacemos. Lo importante es cómo reaccionamos a esos errores y lo que aprendemos de ellos. No tenemos que avergonzarnos de haber tomado malas decisiones y pasarnos el resto de nuestros días pensando qué habría pasado si hubiésemos actuado diferente, porque esas elecciones forman parte de quién somos y nos ayudan a crecer.
Sin ser un juego especialmente largo (a mí me ha durado unas 4 horas), Demons Never Lie sabe llevar bien la trama en todo momento, manteniendo un buen ritmo durante toda su duración y llegando en la parte final a un clímax muy bien llevado. No tiene ningún momento con giros de guion que nos vuelen la cabeza, pero sí se hace interesante de seguir desde el primer momento y, cuando termina, deja un mensaje muy bonito y un muy buen sabor de boca.
En cuanto a lo visual, seguramente sea donde más se le ven las costuras a Demons Never Lie, ya que mezcla tres estilos visuales y no todos terminan de casar bien. Para empezar, los escenarios gozan de un diseño low-poly 3D que me ha parecido muy bonito. Se nota que está trabajado y que se ha diseñado con mucho mimo. Los personajes, en cambio, han sido creados en voxel (la versión 3D del píxel) y posiblemente esto sea lo que menos me ha gustado del juego. Aunque se mueven de una forma bastante graciosa y le dan mucha personalidad al título, no me ha terminado de agradar este estilo. Además, en ocasiones puede parecer que les restan demasiada expresividad a unos personajes que, por las situaciones que viven durante la aventura, experimentan un gran abanico de emociones. Por suerte, para compensar esta falta de viveza de los modelos 3D, cuando los personajes hablan aparece junto a su cuadro de diálogo un retrato con cierto toque manga considerablemente más detallado. Estos, además de ayudarnos a poner cara a John y compañía, otorgan un plus de expresividad a las escenas y ayudan a plasmar mejor los sentimientos de quienes las interpretan.
Demons Never Lie ha sido, sin ninguna duda, una muy grata sorpresa. A través de una jugabilidad clásica, una historia oscura pero tierna, y unos personajes muy bien trabajados, consigue crear una experiencia de juego divertida, agradable, y muy entretenida. Si buscáis una aventura gráfica que suponga un reto para vuestras mentes, aquí no la encontraréis, pero es un juego muy recomendable tanto para los que quieran disfrutar de una buena historia con puzles amenos, como para aquellos que busquen introducirse en el género con un título asequible. El juego no es perfecto, y desde luego tiene algunos aspectos que podrían mejorarse, pero eso no quita que lo haya disfrutado y que incluso me haya hecho sentir cosas. Y, al final, eso es lo realmente importante, porque los sentimientos, igual que los demonios, nunca mienten.
Autor
Ambientólogo y camarero. Amante de lo japonés, los dinosaurios y la sanfaina con atún. Escribo y juego tumbado, normalmente desde Barcelona.