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King Lucas. Gran rey, mejor castillo.

Si hay un aspecto que no me gusta del mundo del videojuego es su velocidad de evolución. Las reglas del mercado cambian a un ritmo alarmante y lo que hoy es la moda, quizás el año que viene – o el mes – haya caído en el olvido. En el mundo indie esto se acentúa aún más, normalizando el hecho de que existan juegos, o estudios, que nacen y desaparecen en el arco de pocos años. Incluso dentro de un mercado a priori pequeño, como el del videojuego español, es muy difícil seguir el ritmo que marca la actualidad, teniendo que establecer prioridades y siendo, por fuerza, injustos en algunas ocasiones. Por eso valoro tanto estos momentos en los que encuentro tiempo para jugar a cosas pasadas, que me permiten disfrutar con calma, sin la presión que marcan las reglas del periodismo actual. Hoy rescato King Lucas, un juego que, pese a ser del 2016, parece llevar en el mercado una vida.

Devilish Games es una ‘rara avis’ dentro de este sector dominado por las reglas de la inmediatez. Esta compañía, activa desde 1998, ha aprendido a adaptarse a los complejos y constantes cambios del videojuego. Su estabilidad – o supervivencia, como comenta David Ferriz en su blog – se entiende a través de su modelo de negocio dividido en dos frentes: por una parte, crean videojuegos por encargo de terceros; por otro, lanzan sus propios proyectos, trabajo seguramente más placentero. Aunque ya llevaban años programando, King Lucas, en su momento, se trató del trabajo de más magnitud al que se habían enfrentado.

King Lucas no es mal juego, pero el mercado es complejo y, en ocasiones, injusto. Más aún en plataformas como Steam, donde videojuegos notables y excelentes caen en el ostracismo, perdidos en la constante marea de obras que entran en la plataforma. El juego no funcionó como se esperaba, la inversión no se recuperó y Devilish Games tuvo que apretarse el cinturón. Pese a todo, de los errores se aprende y quizás éste fue un obstáculo necesario para, posteriormente, idear, planificar y desarrollar el genial y oscuro Path to Mnemosyne.

En la actualidad, Devilish Games se encuentra trabajando en Onirike, una apuesta mucho más ambiciosa y compleja que, por lo que he podido ver, tiene muy buena pinta. El juego llegará en 2020, pero no parece mala idea darse una vuelta por el castillo del Rey Lucas para amenizar la espera.

Imagen 1 King Lucas
Una de las 1223 salas del juego

Un tributo al pasado

La idea principal del estudio era la de hacer un videojuego que rindiera homenaje a los que jugaban cuando eran niños, pero con un importante matiz: el aspecto visual tenía que ajustarse a los estándares actuales. Parece casi obligatorio que un juego que quiera rendir tributo a las plataformas de los 80 o 90 tenga que estar realizado en pixel-art, algo que, como demuestra King Lucas, no tiene por qué ser así. Todos amamos el pixel-art y se hacen verdaderas virguerías con esta técnica, no hay más que ver Blasphemous. Pero admitámoslo, quizás se esté abusando un poco de esta estética.

King Lucas apuesta por un apartado gráfico actual, escenarios en 2,5D y un arte naif, con escenarios coloridos y personajes simpáticos y cabezones. Pese a ello, sigue manteniendo esa naturaleza retro y se aprecia que es un producto que nace de otra época. Sin ser un juego perfecto, pues las animaciones son algo toscas – algo notorio a la hora de combatir –  es un juego bonito y agradable en lo visual.

Imagen 2 King Lucas
King Lucas no apuesta por el típico pixel-art

El protagonista es el castillo

King Lucas es, sobre el papel, un metroidvania, aunque como vemos en las imágenes, estéticamente tiene poco de Metroid y menos de Castlevania. La base del juego es el escenario, representado en forma de castillo, elemento sobre el que gira toda la jugabilidad.

El castillo está compuesto por más de 1200 salas interconectadas que se disponen de forma aleatoria cada vez que entramos. Es decir, no sirve de nada memorizar caminos o rutas pues cada vez que recomenzamos la disposición de las habitaciones varía y obtenemos una experiencia de juego totalmente nueva. Esta es la clave de King Lucas: aprender a orientarnos en este mastodóntico escenario para lograr nuestro objetivo, que será, obviamente, encontrar a la princesa. Por suerte, el juego no nos suelta de forma salvaje en este enorme mapa. Al inicio sólo dispondremos de unas cuantas salas abiertas y, de forma progresiva, se irán desbloqueando diferentes zonas hasta lograr tener acceso a la totalidad del castillo.

Un detalle muy chulo es que aparece una carta del enemigo cuando nos enfrentamos a él

Si bien la tarea al inicio es estimulante y divertida, este efecto se desvanece pasadas unas dos o tres horas. Pronto notaremos una fuerte sensación de repetición y el interés por explorar caerá en picado. El castillo cuenta con 1223 salas diseñadas una a una – sólo su colocación es aleatoria – y es comprensible que en cierto momento las ideas puedan acabarse. Aún así, creo que la sensación de repetitividad se debe más a la poca variedad de obstáculos, tiles y colores que al diseño en sí de las habitaciones. A esto hay que sumar que se tarda bastante en desbloquear todo el mapa, acentuándose la sensación de tedio al entrar una y otra vez en el castillo. El juego puede durar unas 6h, pero con un ritmo algo más acelerado y dejándolo en 3 o 4 creo que la experiencia final habría sido más gratificante.

Imagen jefe final King Lucas
Hay jefes… pero son demasiado simples

Un Rey, un caballero y varias princesas.

King Lucas, con su simpleza, es un buen ejemplo de cómo trabajar la narrativa en este tipo de juegos. Un Rey ha perdido a sus hijas dentro del castillo y nosotros, como valientes guerreros que somos, tenemos que encontrarlas y rescatarlas. Una excusa clásica y muy manida, pero tratada de un modo casi burlesco gracias a los divertidos diálogos y a las “curiosas” subtramas que vamos descubriendo. En el castillo hay diferentes personajes que nos van aclarando los sucesos y la verdadera realidad que esconde el Rey Lucas. En algunos momentos he arqueado la ceja pues, pese a la aparente ingenuidad que desprende King Lucas, hay toques bastante oscuros en algunos personajes – el herrero – que simplemente no te esperas.

No es un gran trabajo narrativo, no lo recordaremos por su profunidad o complejidad, pero encaja perfectamente con el espíritu del juego. Lo importante es jugar, perderse por el castillo y superar niveles; el porqué es algo secundario y como tal debe ser tratado.

Imagen enemigos King Lucas
El sistema de combate es bastante pobre

Un castillo repleto de peligros.

Dentro del castillo la jugabilidad tiene dos vertientes: el plataformeo y el combate. Del primer aspecto hay poco achacable: el personaje responde bien y sólo he echado de menos algún nivel con plataformas con más mala leche. El problema es el combate: decir que es simple sería quedarse corto. Se basa en aproximarte al enemigo y pulsar el botón de acción lo más rápido posible. No tiene más matices; si eres más rápido que el enemigo, lo matarás. Pero ese no es el único defecto: las armas son cortas y debes acercarte en exceso a los monstruos, cosa que acaba provocando varias muertes. Al final he optado por evitar a los enemigos siempre que era posible, pues combatir no divierte, solo frustra.

Dentro del castillo, como he comentado, encontraremos diferentes personajes, pero hay dos que tienen mucha relevancia a nivel jugable: la bruja y el herrero. La primera nos venderá objetos que nos pueden ser útiles, como llaves, una brújula que indica dónde está el objetivo o pociones de salud. El herrero, por otro lado, nos venderá armas para mejorar a nuestro personaje. La presencia de éstos es bastante alta y conviene tenerlos localizados, especialmente a la bruja por la constante necesidad de comprar llaves para acceder a zonas cerradas. Los demás personajes también nos encargarán alguna que otra misión secundaria que siempre consiste en matar a un determinado número de enemigos. No suponen un gran desafío, pero nos recompensan bien y nos hacen más llevaderos los largos paseos dentro del castillo.

La bruja es un personaje clave si no queremos perdernos demasiado en el juego

Conviene mencionar que el juego cuenta con algún que otro problema de bugs. En ocasiones se congela la pantalla o tu personaje desaparece del nivel. Por suerte, el juego reacciona automáticamente y te reinicia la sala para que no debas salir de la partida. Un buen detalle, aunque mejor habría sido eliminar el bug.

King Lucas no es un juego difícil. Aunque cada vez se van desbloqueando salas más complejas, en cuanto tenemos algo de dinero y podemos comprar un par de armas decentes no tendremos problemas con los enemigos, ni con los jefes. Nos matarán varias veces – muchas por los ya comentados defectos de combate – pero nunca tendremos la sensación de estar ante un gran reto.

Por último, mencionar la existencia de un modo multijugador online que no he podido probar por no encontrar a nadie disponible. Si alguien quiere echarle un ojo, siempre puede comentarlo.

Conclusión

King Lucas es juego bonito, entretenido y nos perderemos unas cuantas horas en su castillo con mucho gusto. Retomo la idea inicial del texto: en esta vorágine de lanzamientos que no cesa, los juegos como King Lucas, que se pueden disfrutar con tranquilidad y que buscan un entretenimiento más simple de digerir, siempre son bien recibidos. Está lejos de ser perfecto, pero no importa, cuando lo termines quedará en tu cabeza un gran recuerdo de ese carismático Rey Lucas.

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Autor

Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.

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