En un contexto lúdico marcado por la inmediatez y el consumo conspicuo, Blasphemous reclama una experiencia pausada, meditada y metódica. Lejos del pastiche y la ironía, el título sevillano demanda seriedad y reposo. Si Marx parafraseaba a Hegel en su recurrencia de la historia que el siglo XXI, en su confusión y falta aparente de horizonte claro, enlaza con el convulso XVII; necesariamente Blasphemous no es sino la resurgencia de una forma artística que obliga a la introspección, incluso a pesar del dolor que esta produzca.