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Waterfall Prisioner, la esencia de los juegos de escape

Siempre que hablo sobre escape rooms en mi entorno cercano o incluso a personas neófitas en el asunto, siempre acaba sobrevolando en la conversación la misma pregunta: “¿quién inventó las salas de escape?”. Según Wikipedia fue Takao Kato, reconocido director de películas anime en Japón el que en 2007 abriese la primera sala de escape reconocida como tal. Sin embargo, siempre que sale a coalición el bueno de Takao, no puedo evitar hacer una pequeña corrección de «niño tiquismiquis»; una obviedad que mucha gente olvida: el concepto «escape room» nació los 80.

El culpable fue John Wilson el que en 1988 lanzaba al mercado Behind Closed Doors, una aventura narrativa en modo texto que nos obligaba a interactuar con el entorno para poder escapar de una habitación. Este germen fue evolucionando hasta que en 2004, gracias al popular Adobe Flash, vería la luz Crimsom Room. Este juego, si bien no fue el primero que utilizaba las mecánicas que hoy en día conocemos como “escape room”, fue el que desató la fiebre de este peculiar género.

Las páginas de videojuegos tipo Flash pronto se inundaron de todo tipo de juegos en los que los puzles, las pistas, las notas con códigos y los candados eran el elemento predominante. Además, empezaron a evolucionar y a meternos en todo tipo de situaciones de las que teníamos que escapar. No solo eran habitaciones si no que, poco a poco, las habitaciones fueron reemplazadas por templos, naves espaciales o cárceles.

Escapando de la fortaleza

¿Por qué os he dado esta mini clase de historia sobre las salas de escape antes de hablar de Waterfall Prisioner? Muy sencillo. Este videojuego creado Albert Pagès me ha transportado a aquellos tiempos donde las webs de juegos se inundaron de juegos de escape a raíz de Crimsom Room. Tal vez sea por su estructura o por su manera de llevar adelante los puzles. Sea como sea, la esencia de estos juegos reside entre las «cuatro paredes» de todo aquel que se atreva a enfrentarse al reto de escapar de la torre.

La popularidad de las salas de escape físicas ha vuelto a poner el foco en un género que los videojuegos han ido diluyendo entre mecánicas jugables modernas. Su esencia más pura se encontraba en estos juegos Flash gratuitos, distribuidos y popularizados por webs llenas de publicidad a cada clic. Una evolución de las aventuras gráficas que poco a poco se fueron mimetizando con otras propuestas, aunque al albor de este nuevo resurgimiento han nacido propuestas de todo tipo. Sin ir más lejos en nuestro país podemos encontrar juegos como Between Time, The Lab o el propio Waterfall Prisioner que centran su mecánica principal en resolver puzles y enigmas para poder salir de una situación muy concreta.

Las armas, los disparos o la acción son eliminadas de la ecuación para otorgar al jugador la capacidad de avanzar por los niveles, solo con su ingenio y astucia. Observar, recoger y utilizar sabiamente cada componente que tengamos a nuestro alcance para poder llegar al final. En muchas ocasiones no es ni imprescindible el ingrediente «escape» en la fórmula; la resolución de puzles es en muchas ocasiones suficiente como validarlo como juego del género.

Sin embargo, Waterfall Prisioner ha ido un paso más allá, recuperando la esencia del género y condesandolo en una aventura. Nuestra misión será escapar de una torre, utilizando solo nuestro ingenio, a través de unas pruebas que nos encontraremos por todo el recorrido.

Cada elemento puede ser crucial para escapar

Cuando hablo de que esta propuesta «va un paso más allá» es porque tenemos que irnos hasta aquellas aventuras conversacionales para encontrar la mecánica principal en la que se basa esta propuesta: leer todo cuanto tengamos a nuestro alcance. A lo largo de nuestro recorrido encontraremos una sucesión de notas que traerán algo de contexto a cada estancia, dándonos alguna pista que nos ayude a descubrir cual es el siguiente paso. Este será nuestro santo grial. Encontrar estas notas, pararnos a leerlas y comprender a que se refiere cada párrafo, será esencial para descubrir cada uno de los enigmas ocultos tras muchos de los elementos que nos encontraremos en nuestra huida.

Me encantaría hablar de los puzles que os vais a encontrar en vuestra aventura pero mi espíritu «escapista» no me deja hacer spoilers. Esta regla no escrita, es una ley que la comunidad sigue a rajatabla. Sin embargo, si que puedo deciros que Waterfall Prisioner tiene una cantidad enorme de puzles; además variados, que es algo de agradecer. Aunque la respuesta estará normalmente entre las palabras de estas notas, no siempre nos darán toda la información necesaria. Nuestra habilidad para deducir donde hay que investigar o interactuar, será lo que nos ayude a avanzar en cada uno de los escenarios propuestos.

Sobre los puzles he de decir que la mayoría están muy bien planteados de cara a llegar a una resolución lógica. A veces esa resolución puede llegar en segundos tras mirar bien el objeto en cuestión y en otras ocasiones tardará algunos minutos más de los que deseamos. Nada que no arregle pensar la lógica un par de veces.

Si bien es cierto que la aventura tiene una curva de dificultad bastante accesible y progresiva, hay un punto muy concreto de la aventura en la que nos encontraremos muchos frentes abiertos convirtiendo ese tramo en un recorrido un poco árido y frustrante para el jugador. Sin embargo, quitando estos momentos de confusión o de «no se muy bien que hacer a continuación» no ha habido ninguno de los puzles que me haya hecho dudar del planteamiento del propio enigma.

Fotografía: Héctor Ariza

Quizá este es el punto más negativo que le puedo poner a Waterfall Prisioner, la poca ayuda para centrar al jugador en puntos muy concretos, donde la aventura se vuelve algo más abierta y pierde el foco continuista que llevaba hasta entonces. Un jugador experto puede llegar a intuir la sucesión de eventos que tienen que desencadenarse para provocar la resolución de un puzle, pero tal vez alguien con menos experiencia se puede llegar a ver frustrado ante la cantidad de elementos que puede llegar a tener al mismo tiempo.

Hablo de este apartado como algo negativo, no por mi propia experiencia, si no por la extrapolación que hago al intentar ponerme en la piel de otros jugadores más amateurs en el género, dado que los puzles tienen una dificultad bastante ajustada en todo momento. Si bien en una primera parte de la aventura nos encontramos con puzles con razonamientos muy sencillos, el nivel va aumentado conforme conseguimos avanzar en nuestra aventura. Una curva que se complica quizá en exceso en algunos puzles de la última parte pero que no enturbian el resultado final.

Además, una vez asimilada la barrera de la desorientación al resolver puzles (que se da en otros juegos del mismo tipo, también hay que decirlo) Waterfall Prisioner es bastante amable con el jugador que quiere bucear en su narrativa, leyendo cada trozo de papel que encuentra a su pasa y resolviendo cada enigma que se le ponga delante.

Fotografía: Héctor Ariza

El prisionero de la catarata

Waterfall Prisioner es sin duda la reconciliación de los juegos de escape con aquellas aventuras de principios de los años 2000. Aquellas en las que necesitabas leer y recopilar todos los datos posibles de un enigma para poder resolverlos; buscar entre las líneas de un texto para poder comprender como funcionaba un mecanismo concreto. Ahí es donde creo que Albert ha escarbado para traernos una aventura como esta.

Su manera de plantear los puzles, así como toda la narrativa intrínseca de nuestra huida, hace que avanzar se convierta en un descubrimiento per se de nuestro entorno e incluso de los hechos que nos han llevado hasta allí. Los puzles poco a poco nos van envolviendo, atrayéndonos y contándonos la historia detrás de todos los habitantes que moran cada habitación del castillo. Una huida desesperada que se verá truncada por todo tipo de rompecabezas de los que tendremos que ser parte activa si queremos escapar.

Cada vez que me encuentro con aventuras como la que Albert ha desarrollado, me vuelvo a recordar a mí mismo el por qué me engancharon tanto las salas de escape. Me reafirmo en que es uno de los mejores hobbies que he tenido nunca y como, a día de hoy, sigo recorriendo todo el territorio nacional para seguir viviendo más aventuras. La de Waterfall Prisioner ha sido digital pero no por ello ha sido menos estimulante para mí. Enhorabuena Albert. Escapar ha sido todo un privilegio.

Fotografía: Héctor Ariza
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Autor

Con un mando entre las manos desde el 92. Crecí con un dragón morado, un erizo azul y un fontanero que no se dedica a la fontanería. De mayor intenté comerme la tarta... pero era mentira.

Retarme a un duelo de insultos puede ser una decisión mortal. Y por si fuera poco, dirijo una isla de monos. De mayor quiero ser un gran pirata.

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