Skip to content Skip to footer

Astronite. Odisea espacial en Neplea

El mundo indie es, bajo mi punto de vista, el ámbito de la industria del videojuego que mayor crecimiento ha experimentado en los últimos años. La frescura, originalidad y arriesgada propuesta de muchos videojuegos indie contrasta con la poca innovación de los juegos más aclamados y de mayor presupuesto, que suelen apostar por géneros o mecánicas cuyo éxito está más que asegurado.

Sin embargo, parece haber un par de tipologías de videojuegos particularmente populares en el mundillo indie, que me atrevería a decir que se han convertido en el emblema de este sector: el Metroidvania y el Rogue-like. Si hablamos de Metroidvania indie, el máximo exponente es el extraordinario Hollow Knight, pero también en territorio nacional podemos confirmar que se trata de un género que nos ha regalado extraordinarias obras como Blasphemous, Ghost 1.0, Willy Jetman, Narita Boy o el reciente Souldiers.

Cuando un género adquiere tanta popularidad y muchos estudios intentan aprovechar la corriente es difícil no toparse con obras genéricas, de poco interés o incluso se puede terminar por saturar a los jugadores. Admito que es mi caso: he jugado más metroidvanias en los últimos tres años que en los quince previos. Sin embargo, cuando un estudio da con la tecla y nos ofrece una propuesta diferente y original, se trata de un género muy entretenido y capaz de ofrecer un gran abanico de mecánicas diferentes al jugador. Es el caso del juego que tratamos hoy: Astronite, desarrollado por Dume Games Studios y publicado por Jandusoft.

Recuperando Neplea

Astronite nos ofrece una aventura de exploración espacial en la que controlamos a un astronauta que debe descifrar los complejos enigmas del planeta Neplea, anteriormente habitado por la raza humana. Desafortunadamente, la misión empieza a torcerse pronto ya que la nave sufre un accidente y un extraño ser arrebata a Astronite de todo su equipamiento, dejándolo totalmente indefenso a merced de los peligros del hostil planeta.

Si bien lo primero que nos llama la atención de Astronite es su interesante apartado gráfico, las razones por las que se trata de un videojuego excelente las encontramos en su diseño. En primer lugar, por la inteligencia con que se ha elaborado el mapa de Neplea. Desmarcándose de la tendencia habitual de los recientes metroidvania, en Astronite el mapa está conformado por salas, en buena parte estáticas, que parecen suponer pequeños desafíos en sí mismos. Incluso las pantallas de más desarrollo, ya sea horizontal o vertical, no son excesivamente largas. En Astronite no tendremos, por tanto, largos latifundios por los que correr o enormes escenarios de batalla; todo se reduce a pequeños cuadros en los que tendremos que lidiar con plataformas, pichos y todo tipo de enemigos.

Más allá de los propios niveles, el desarrollador demuestra en cada bit que conoce a la perfección el mundo del videojuego en general y las características del metroidvania en particular. Si diseccionamos Astronite encontraremos plataformeo, pero no del sencillo a modo de homenaje al género clásico, sino complejas plataformas que requerirán una precisión de cirujano, contando incluso con la temible fase acuática tan paradigmática del género. Por supuesto, la acción tiene una enorme presencia, pasando al primer plano en los jefes finales y en algún que otro modo extra bastante macarro, como el Fight Club. La exploración obviamente también tiene su relevancia: Neplea está repleta de pasadizos ocultos, llaves que encontrar, puertas que abrir y secretos que descubrir, los cuales, además, suponen algunos de los puntos más divertidos y memorables del videojuego. A todo esto hay que añadir un importante toque de farmeo si queremos desbloquear mejoras, una historia que, pese a contar con pocos personajes, despierta el interés del jugador y, por supuesto, un sinfín de homenajes a videojuegos clásicos que nos harán esbozar una sonrisa.

Astronite se toma su tiempo para mostrar todas sus cartas. Nuestro Astronauta irá recuperando sus herramientas poco a poco. Al inicio nos limitaremos a saltar y a esquivar enemigos, pronto podremos disparar y usar el jet-pack, luego se nos permitirá bucear sin tiempo límite, usar el dash etc. Lejos de ser un inicio a modo de ‘tutorial’, lo cierto es que tardaremos un buen rato en reunir todas las habilidades, teniendo que adaptar constantemente nuestro estilo de juego en función de nuestro equipamiento. Además, si no dedicamos tiempo al farmeo, quizás nunca tengamos todas las mejoras a nuestra disposición. Este aspecto es quizás uno de los que menos he apreciado: las mejoras son excesivamente caras y obtenemos pocos shpirti – la moneda del juego – por cada enemigo que derrotamos. Para complicarlo aún más, en caso de morir, cosa habitual, perderemos gran parte de lo almacenado y tendremos que ir a recuperarlo, dando al juego un pequeño toque souls.

Como buen metroidvania, Astronite no es sencillo y nos asegura ver la animación de muerte de nuestro protagonista un buen número de veces, pero sin llevar al jugador a un punto de desesperación extrema. Esa frase tan manida de que ‘no hay rival sencillo’ en Astronite es totalmente cierta: cualquier enemigo, por básico que sea, nos puede complicar la partida si nos confiamos. No son especialmente inteligentes, pero sí resistentes y tendremos que dispararles varias veces para eliminarlos. Será de vital importancia analizar bien cada situación y, en muchas ocasiones, lo mejor será dar un rodeo para evitar un combate aparentemente sencillo. La dificultad encuentra su ápice en los jefes finales y en fases como el Fight Club, donde se requerirá al jugador de importantes dosis de habilidad y, es justo admitirlo, paciencia.

Un planeta en blanco y negro

Astronite evoca lo retro en sus mecánicas, pero también en lo visual. Hace un uso notable del píxel-art, pero lo más llamativo es su apuesta por una paleta monocromática. Blanco o negro, sin matices grises de por medio. Una decisión arriesgada que no podría funcionar mejor y que, a fin de cuentas, encaja con la narrativa: un astronauta (blanco) en el espacio (negro). A veces las limitaciones pueden estimular la creatividad y Dume Games Studio – recordemos: compuesto por un solo desarrollador – quizás vio en este estilo gráfico un modo de facilitar el desarrollo al tiempo que daba un toque personal y único al videojuego.

La monocromía gráfica no es obstáculo para que el juego luzca realmente bien. Los escenarios están llenos de detalles y rápidamente nuestra pantalla se llenará de disparos y partículas. Gana enteros el videojuego en las intensas batallas con jefes finales o en los momentos en la superficie del planeta, con la lluvia cayendo sin cesar sobre el pobre Astronite mientras los relámpagos iluminan toda la pantalla. Si tuviera que un ‘pero’ a este aspecto, sería que en un par de ocasiones puntuales las físicas del juego no han respondido como deberían, haciéndome perder alguna que otra vida innecesariamente.

El apartado sonoro sí que me parece algo más flojo. Si bien los efectos de sonido están muy bien logrados, estos acaparan toda la atención al ser un juego que, en buena parte del gameplay, carece de acompañamiento musical. La experiencia jugable no se resiente, pero en lo personal, creo que queda un producto más redondo en los momentos en que la música hace acto de presencia, ya que es de mucha calidad.

Completar Astronite nos puede llevar unas 7 u 8 horas si vamos directos al grano, pero recomiendo encarecidamente explorar todos los detalles del planeta porque los secretos que alberga no son precisamente anecdóticos. Es un aspecto que me ha encantado: estoy en contra de estos juegos que ‘alargan’ la experiencia jugable para darnos un mero logro. En Astronite la exploración tiene como premio unas mini-fases que son una oda al mundo del videojuego retro. Completar el videojuego al 100%, descubriendo todos sus secretos, me ha llevado exactamente 12 horas, duración ideal para explotar al máximo todo lo que la aventura nos ofrece sin caer en la repetitividad.

Conclusión

Astronite es mucho más que la suma de todas sus partes. Mires donde mires, el juego se nota bien trabajado: gráficamente es una maravilla en retro pixel-art, jugablemente es una delicia repleta de matices: plataformas, jet-pack, acción, exploración, farmeo, puzles, etc. Pero lo más importante: es una aventura excelente en todo su desarrollo que encantará a cualquier perfil de jugador. No hay un píxel puesto sin sentido ni un enemigo de relleno. Un metroidvania que, partiendo de un perfil más bajo, nada tiene que envidiar a los que han marcado un antes y un después en la industria nacional del videojuego en los últimos años. Uno de los juegos que más he disfrutado este año.

¿Te ha gustado? Apóyanos en Patreon para seguir creciendo y obtén acceso a contenidos exclusivos
Become a patron at Patreon!

Autor

Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.

Leave a comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.