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BeeAfraid, una historia de terror

¿Por qué el terror es tan adictivo? Es una pregunta que llevo haciéndome desde hace mucho tiempo, a sabiendas de que no soy el primero en formularla. Sondear los rincones oscuros de la mente es peligroso. Hay que escoger sabiamente los caminos a recorrer, para no acabar en un frenesí de locura, que puede llevar a la perdición del propio individuo.

Aterrado por muchas de estas cuestiones, inquieto por no dar con una respuesta auto complaciente, decidí buscar ayuda. Muchos antes que yo han recorrido estos caminos. Su experiencia podría ayudarme a salir del atolladero en el que se encontraba mi mente, cada vez más alejada de la realidad.

En esta búsqueda de respuestas llego hasta mí un ticket. BeeAfraid rezaba. Nadie me había hablado antes de aquel extraño lugar. Un sitio donde hordas de jóvenes se congregaban para disfrutar de un ocio muy peculiar. Allí se reunían como si de una colmena se tratase, atraídos por un interés común en el que el individuo se convierte en grupo.

La ocasión obligaba a este local a cerrar sus puertas, al menos para todo aquel que no tuviese la invitación correspondiente. No era para menos. Allí dentro se iban a congregar expertos en una materia tan antigua como el propio ser humano. Algo inherente a nosotros mismos. Terror lo llamaban.

Siempre he pensado que las coincidencias no existen. Si aquel ticket había acabado en mis manos, solo tenía una explicación: la respuesta a mis preguntas residía en aquel oscuro local. Con toda la fuerza de voluntad que me quedaba empaqué mi cámara y unas mudas. El viaje desde Cantabria iba a ser largo y peligroso… pero merecía la pena correr ese riesgo.


Llegada

El transporte me dejó en la puerta mucho antes de lo previsto. Absorto en mis pensamientos solo recuerdo subirme al coche y decirle al conductor “A la calle del Tutor número 30, por favor”. Aquella instrucción salió de mi boca sin mirar siquiera el ticket. Fue la primera señal de que algo extraño ocurría y, a la cual, no presté atención.

Al entrar en aquel lugar sentí como muchas piezas empezaron a encajar, golpeando mi cabeza como una bola de demolición. Entre todo el espacio disponible, la organización de aquella fiesta oscura y terrorífica, había dispuesto dispositivos con múltiples experiencias. Cada una de ellas abordaba el terror desde un punto muy diferente. Podría servirme para empezar a trabajar en mi propia respuesta.

Dos de las experiencias que pude encontrar nada más entrar

Miré el reloj. La primera charla no sería hasta pasada media hora, así que decidí sentarme en uno de aquellos dispositivos donde una monja miraba burlona al frente. El terror a lo religioso centrado en una entidad eclesiástica. Perfecto.

Aquella forma de terror no me era desconocida. Años atrás pude experimentarla gracias a un largometraje bastante conocido. Detrás de esta experiencia se encontraba Keplerians. Un grupo que ya conocía por sus anteriores trabajos. Su experiencia no se quedaba en la muestra de este juego, si no que habilitaron una estancia solo para comprobar el terror de cada jugador ante la presencia de la mujer con sotana. Me fascinó como habían conseguido llevar su experiencia desde la pantalla de un móvil a un dispositivo como aquel.

Mientras huía de aquella monja, una voz a lo lejos me sacó subitamente de mis pensamientos. Aquella media hora de margen se había agotado sin siquiera ser consciente. Recogí mis cosas y caminé rumbo hacía la jaula que rodeaba a una mesa con velas. Allí ya esperaba Tatiana Delgado (Call of the Sea), Gonzalo Luna (Insomnis) y José Massa (Tape: Unveil the memories) para hablarnos de su visión del género dentro de los videojuegos. Tres puntos de vista muy diferentes enfocados en como generar terror a todo aquel que tenga el mando entre sus manos. Aquello me enseñó a valorar el terror desde ángulos muy diferentes. El terror no tiene una sola forma de impactar.

Una vez las voces se apagaron y las luces se encendieron, me propuse visitar todas las experiencias posibles. Aunque ya había recorrido los pasillos de la casa de Insomnis, y rebobinado todas las cintas de Tape: Unveil the Memories, quise volver a charlar con las mentes detrás de estas dos creaciones. Siempre se aprende algo de creadores que aman tanto el terror como para construir una experiencia en base a sus propias vivencias. Recordé que a ambos les unía cierta relación. Meridiem Games. Ellos son los causante de llevar el terror a muchos hogares, por lo que busqué algo más de su repertorio entre las experiencias de aquel evento. Sabía que no me iba a equivocar.

Muy cerca se podían oír los gritos de Matt dentro de la habitación 104. Una pareja estaba viviendo el body horror que conlleva enfrentarte a Oxide Room 104. Otra forma de terror que conozco a la perfección. No solo los gritos de Matt empañaban el murmullo tenue de las conversaciones.

A su lado una pareja era el claro reflejo de la angustia, al experimentar el terror más primigenio: el terror de una casa encantada. MaDiSON era la experiencia encargada de crear una sensación de debilidad que traspasaba lo digital para instalarse en la mente en forma de terror psicológico. Y aun así no dejan de mirar. ¿Por qué?

Asombrado por las reacciones tan variopintas , caí en la cuenta de otro detalle. Cada persona reacciona de maneras muy diferentes frente al mismo miedo. Mientras observaba, decidí sentarme en uno de los puestos. Elegí aquella silla fruto del puro azar, o puede que tal vez algo me atrajo hasta allí. Sea como fuere, en lo que dura un pestañeo, me encontré con un mando entre las manos, mirando fijamente el rótulo que proyectaba aquella pantalla: Evil Inside.

Impulsivamente apreté el botón del mando, sin pensarlo. Este reflejo, como un proceso estandarizado fruto de mis horas con un mando entre las manos, me dejo vivir el terror más psicológico que hay. La indefensión como mecánica frente a los sucesos claramente amenazantes de un entorno hostil. Si me viera yo en esas quemaría la casa y se terminaría la tontería. Un pensamiento defensivo, fruto de un miedo muy arraigado.

Cuando solté el mando no pude evitar mirar hacia la izquierda. Un apartado artístico algo más iluminado llamó mi atención. Neversong. Para cuando quise reflexionar el por qué, ya estaba empezando la cinemática. Aquí el terror se encontraba en el propio universo. Las plataformas y los puzles eran el conducto para comprender la terrorífica historia detrás de Peet. Exploración para sacar información de entornos hostiles. No querría ser Peet en estos momentos.

Después de apuntar en mi libreta aquellas experiencias, con el sello indudable de Tesura Games, decidí visitar un rincón apartado. Allí la literatura cobraba vida. Una forma más de terror. Simples letras impresas en papel. Hasta allí se habían desplazado varias editoriales para ofrecer experiencias en papel in situ. Loop, Games Tribune o OrcinyPress, editorial centrada en exclusiva en la literatura de terror.

La misma voz que momentos atrás nos convocaba, volvía sacarme de mi atalaya mental. La misma llamada para advertirnos de una charla más. En esta ocasión desconocía por completo el motivo de la misma, así como de cada una de las personas que se reunían alrededor de aquella mesa. Solo había un título en la pantalla: Atlas Negro.

Nunca había reparado en el miedo a través de un medio como el podcast. Puede que ni siquiera imaginará que eso existiese. Sigo siendo igual de necio que hace años. Sin embargo, escuchar como se formó un relato como Atlas Negro me ayudó a comprender que el terror sigue evolucionando. No es estático. Cuanto más evoluciona, mejor se adapta. Esto no tiene fin. Su manera de llevar un concepto de terror hasta varios medios abrió una puerta en mi mente que no sabía que existía. Los muertos aparecen y la humanidad se va a la mierda. Es tan poético como real. Aquella charla plantó una semilla en mí.

La noche ya devoraba Madrid, pero aquello no tenía pinta de acabar. Sabía que el transporte no esperaría a una velada hasta altas horas de la madrugada. Sin embargo, decidí quedarme. ¿Por qué? Una vez más, las luces murieron. De aquella muerte nació el club de la medianoche. Relatos cortos, extraídos directamente de Atlas Negro empezaron a fluir desde la garganta de cada autor. Una sinfonía de voces que no necesitaba de adornos o música para imbuir con su misterio y hechizar a toda una grada de nuevos fieles a este peculiar club.

Al salir de allí, el hechizo no se desvaneció. Ni siquiera cuando Morfeo amenazaba con su presencia, vapuleado por un montón de pensamientos que recorrían mi mente, con el único objetivo de no dejarse llevar por su abrazo. Minutos más tarde, ganó. Morfeo siempre gana.


Descenso

Mi jornada empezaba con el eco de las voces del día anterior resonando por los rincones más oscuros de mi mente. El objetivo de mi viaje no había sido aún resuelto, pero esperaba encontrar respuestas en la multitud de charlas que se programaban para el sábado. Aquí es donde empecé a vivir mi propia experiencia de terror.

Un problema con mi transporte hizo que mi asistencia se retrasase más de lo normal. Por un momento pensé en algún tipo de hechizo. Alguno lanzado por un mecánico con un mal mes, que necesitaba el dinero de un arreglo de motor para poder salir adelante. Luego simplemente comprendí que era fruto de la rabia, cabreándome conmigo mismo por otorgarle más poder del necesario a un suceso común.

Así es como dejé sin rellenar varias casillas en mi agenda. Allí donde debería haber escrito sobre survival horror, la obra de Neil Gaiman o sobre distopias apocalípticas había un vacío en blanco. Y existencial también, por qué no decirlo.

Resignado, no quise darme por vencido. Aún quedaban algunas experiencias que arrojarían luz a mi pregunta inicial. Sin dudarlo ni un momento fui hasta The Fabulous Fear Machine. Conocía a la gente que estaba detrás de esta experiencia y sabía que no me decepcionaría. Así fue. Aquel juego de gestión centraba su foco en el miedo de masas. De como la gente entra en pánico con historias inventadas, rumores o leyendas urbanas en muchos casos infundadas. Lejos de detenerlas, mi misión fue propagarlas haciendo que todo este bajo el control que nosotros deseemos. Control de masas bajo la premisa del terror más básico en cada individuo. Es tan simple que es brillante.

Con unas energías renovadas tras aterrorizar a toda Inglaterra me levanté de mi asiento. La charla de la noche anterior me dio las fuerzas necesarias para enfrentarme a Atlas Negro: Infernum. Esta experiencia va de frente y no esconde el universo del que toma forma. Atlas Negro (de Álvaro Aparicio) es la base estable donde se cimienta esta historia y donde comprenderemos más sobre un universo en construcción, que crece con cada nuevo relato. Aún, sin estar en su versión final, me sumergió quererlo. Una experiencia donde el conocimiento del universo es más aterrador según vamos desgranando toda su narrativa.

Una vez terminada la experiencia me levanté con la sospecha de que esta no sería la última vez Atlas Negro se cruzaría en mi camino. Espero que así sea.

Mi estancia en aquel lugar estaba llegando a su fin. Por primera vez desde mi llegada tuve una sensación extraña, un sentimiento que me apretaba el pecho sin dejarme respirar. Quería volver con el máximo de información posible. Era vital para mi investigación… pero el tiempo era limitado. Ojeé por encima las propuestas. Tenía que decidir. Deje a un lado algunas experiencias en las que me hubiese encantado adentrarme como Charon’s Staircase, Saint Kotar (SOEDESCO), A Plague Tale: Requiem, Resident Evil: Village (Plaion), Manor’s Legacy, The Magician VR: The Cursed Wand o Little Nightmares II (Bandai Namco) pero centré el tiro en las que no podría investigar al volver a casa.

Con esta premisa me senté delante de una pantalla que rezaba Do Not Open. El miedo a no conseguir salir de una habitación en un tiempo determinado es mi terreno. Lo que empezó como un juego de puzles y terror se tornó en una masacre de minutos perdidos sin conseguir encontrar la salida. La culpa la tenía su generación de habitaciones procedural que cambiaba por completo la mecánica del propio juego con cada muerte. Cambiar este patrón te hace dudar. La duda, lleva a la muerte segura.

No había tenido suficiente intentando salir de una casa que acabe escapando a golpes de click de otra. Tales from Candlefort consiguió aislarme del mundo que me rodeaba a base de puzles. El terror creaba una atmosfera propicia para envolver todo su entorno con el aura más tetríca posible. Es otra forma de terror.

La aguja del reloj se posó sobre la hora planeada de mi partida. No quería abandonar aquel lugar, pero no me quedaba otra opción. Mientras me despedía de toda la gente que había conocido en aquel lugar, oía de fondo la charla “Como aterrorizar a jóvenes (sin hablarles de hipotecas)”. Sonreí con el título. Lo siguiente que recuerdo es el atasco en el que me encontraba, intentando salir de una ciudad que se había convertido en una jungla de metal. Hasta pronto, querida.


Vuelta al hogar

El ronroneo del motor me sirvió de hilo musical mientras me sumergía en mis pensamientos. Derrotistas, no lo voy a negar. Mi sensación era la de no haber esclarecido la pregunta que me llevo hasta aquel misterioso lugar. ¿Por qué el terror es tan adictivo? Joder, no he sabido ni responder a algo tan sencillo como eso. Este pensamiento pesimista me acompañó durante varios kilómetros en mi viaje, creyendo que aquella cruzada autoimpuesta se escapaba completamente de mis manos.

Sin embargo, al cruzar el límite provincial, una idea escondida en mi subconsciente se puso en primer plano. Algo que se había ido nutriendo de cada experiencia y de cada charla que había asistido. Puede que si que haya entendido algo.

El terror nos atrae puesto que representa nuestros propios miedos. Aquellos que llevamos dentro y que surgen para avisarnos de lo que nosotros consideramos un peligro. Esa sensación, de una manera controlada, nos atrae, porque sabemos que no llegará a traspasar el miedo primigenio que todo ser humano alberga: la muerte.

Esta reflexión no es la respuesta absoluta a la pregunta propuesta. Por Odín, ni siquiera es la mejor que podría escribir. Sin embargo, ver el terror en todas sus formas, compartir ideas e impresiones con otros amantes del género o participar de una manera pasiva en aquellas charlas, me enseñó un prisma del género que hasta hoy mantenía oculto.

Es por ello que no me arrepiento del viaje, del cansancio inevitable que conlleva, ni de las horas invertidas. Solo puedo dar gracias a todo aquel que, sin quererlo, ha contribuido a que añadiese renglones en esta alocada investigación. Sin olvidar, por supuesto, a todo aquel/lla que ha contribuido a la organización de este evento, en un lugar tan… pintoresco.

Solo espero que dentro de poco pueda sentarme de nuevo para escribir un capitulo más de aquel billete que llegó a mis manos con el texto “BeeAfraid”.

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Autor

Con un mando entre las manos desde el 92. Crecí con un dragón morado, un erizo azul y un fontanero que no se dedica a la fontanería. De mayor intenté comerme la tarta... pero era mentira.

Retarme a un duelo de insultos puede ser una decisión mortal. Y por si fuera poco, dirijo una isla de monos. De mayor quiero ser un gran pirata.

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