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Deiland. La magia de nuestro planeta.

Poco podemos decir, que no se haya dicho ya, de El Principito, una de las novelas más vendidas e influyentes de la historia. Su impacto ha trascendido la literatura y ha servido como fuente de inspiración de cientos de estudios, obras de teatro, películas de animación, canciones, pinturas… y ahora también videojuegos.

Una de las virtudes del Principito es su cantidad de capas y posibles lecturas. Algunos ven en esta obra literaria una crítica al ser humano adulto por su progresiva pérdida de imaginación y capacidad de sorpresa; otros lo leen como un diminuto manual de filosofía que contiene la esencia del mundo y habrá quien lo valore como un documento biográfico del autor. Las posibilidades son muchas, pero no deberíamos olvidar que, ante todo, puede y debe leerse como un hermoso cuento que nos invita a sumergirnos en la belleza de su historia y el carisma de sus personajes. Esta visión más tierna e inocente de la obra de Antonione de Saint-Exupéry es lo que respiramos cuando nos sentamos delante del monitor y jugamos a Deiland.

No vamos a detenernos demasiado en la génesis de Deiland, ya que disponemos de un extenso e interesante artículo de Diego Freire, uno de los responsables de la desarrolladora Chibig Studio, que recomendamos leer. Apuntamos sólo que el juego nació como un proyecto para dispositivos móviles en 2016 y que, tras cosechar buenas críticas, se decidieron a dar el paso a PS4 y Steam.

Un pequeño príncipe en un pequeño planeta

La historia gira en torno a Arco, un simpático niño con capa, trasunto del Principito, y único habitante de un pequeño planeta llamado Deiland. Su única responsabilidad es gestionar los pocos recursos del mundo para sobrevivir, hasta que llega Mûn, una joven exploradora y miembro de la Patrulla Interestelar, que comenzará a encomendarle misiones.

Si en la novela francesa es el protagonista quien viaja por un buen número de planetas repletos de pintorescos personajes, en Deiland somos nosotros los que recibimos las visitas. Además de Mûn, varios seres desfilarán por nuestro hogar: un extraterrestre cocinero, un mago mercader, un pirata intergaláctico, una niña-gato ladrona… etc. Todos ellos tendrán sus particularidades, inquietudes, subtramas y tareas que proponernos.

Sin llegar a ser nunca un gran ejercicio narrativo, la trama poco a poco va ganando en complejidad y comprendemos que Arco no es un simple niño. Tiene su razón de ser y se encuentra en Deiland con un cometido muy especial. También descubriremos que hay un gran peligro que nos acecha y será necesario estar preparados para el inevitable momento del encuentro.

Goliath es de los mejores personajes del juego.

 

La belleza de Deiland

Destacar un pasaje del Principito es una tarea complicada. Personalmente, siempre me ha gustado la parte en que el protagonista describe al piloto la vida en su planeta. Mientras narra cómo debe cuidar su asteroide para garantizar su superivencia, teniendo que vigilar los volcanes y cuidando que los baobabs no crezcan demasiado, percibimos la especial relación que mantiene con su hogar. Una de las virtudes de Deiland es esa capacidad de simular esa conexión entre el jugador y el planeta.

Al igual que el Principito con su asteroide, nos preocuparemos del estado de nuestro mundo. No sólo de que esté libre de enemigos, también de su apariencia y vegetación. Miraremos dónde colocar los pozos, gestionaremos zonas de árboles, arbustos o flores e incluso dejaremos un espacio para el aterrizaje. A fin de cuentas, pasaremos un buen número de horas en esa piedra flotante y tiene que estar a nuestro gusto.

Deiland es la enésima prueba de que un juego puede maravillar sin ser un prodigio técnico. Usa un estilo cartoon, generoso con los colores y agradable en cuanto a diseños, que nos invita a recorrer una y otra vez el pequeño escenario. Creo que este proyecto no hubiera funcionado de ninguna otra manera; el colorido y amable apartado gráfico refuerza su conexión con la obra literaria y hace del juego una experiencia mucho más sugestiva.

Si caminar entre puestas de sol y amaneceres por un hermoso planeta verde no es lo suficiente para maravillaros, la banda sonora hará el resto. La OST es un reflejo de todo el videojuego: aparentemente simple y delicada, pero con una gran carga emotiva capaz de potenciar todo lo que vemos y sentimos.

Deiland es un planeta precioso.

 

¿Un juego de supervivencia?

Deiland, sobre el papel, es un juego de supervivencia con toques de rol y aventura. En la práctica es una experiencia de gestión de recursos en la que, si somos extremadamente inútiles (o malos) podemos morir. Cuando pensamos en un survival, nos viene a la cabeza algo como Rust, juego en que, si nos descuidamos un poco, morimos de frío, de hambre o nos arrancan la cabeza. Gestionar a Arco es una tarea mucho más simple: basta darle descanso y alimento cada cierto tiempo para que subsista. Y tampoco es necesario cocinar complejos platos, un par de zanahorias saciarán su hambre un buen rato. Las necesidades básicas de Arco acaban convirtiéndose en un incordio más que en un reto, ya que nunca aparece esa sensación de nerviosismo o urgencia típica del género.

Deiland es un juego de rutina, una experiencia similar a Harvest Moon o Animal Crossing, pero más liviana. El encanto será recorrer nuestro bonito planeta, localizar setas, explotar la mina cuando sea posible, plantar árboles y recoger los frutos de nuestro huerto. Al comienzo apenas contaremos con un par de frutos, unos cuantos árboles y un lago, pero con la llegada de Mûn y otros viajeros iremos ampliando el repertorio. Encontraremos nuevas semillas, mejoraremos nuestra casa, obtendremos recetas de cocina y fabricaremos nuevas herramientas para construir mejores infraestructuras.

Al inicio de la aventura la paciencia será necesaria, pues las mejoras requieren de mucha cantidad de materia prima que no es fácil conseguir. De vital importancia será mantener el equilibrio entre la producción y el consumo: si sólo nos centramos en fabricar o cocinar, y nos olvidamos de plantar, podremos agotar el alimento y vernos obligados a esperar la llegada de alguien para volver a comprar semillas. Eso sí, cuando hayamos desarrollado la mayoría de las tecnologías y dispongamos de buenas herramientas, la velocidad de producción se dispara y tendremos abundantes cantidades de material para comerciar y construir.

Regar ayudará a acelerar la producción del huerto.

 

La paciencia es una virtud

Este género de videojuegos nunca ha sido amigo de las prisas. Tampoco es un juego extremadamente lento, pero obtener una buena cosecha requiere paciencia. Cada vegetal que plantamos tiene un contador, nunca superior a quince minutos, que nos indica en qué momento estará listo para la recolección. Por suerte, regando  o aprovechando la lluvia podremos acelerar significativamente el proceso.

Deiland mantiene un ritmo calmado, pero constante, durante gran parte de la aventura. No sentiremos agobio por la cantidad de tareas, pero siempre tendremos algo que hacer. El flujo de visitantes no decae y rara vez estaremos demasiado tiempo a solas y, aunque suceda, siempre tendremos algún recurso que conseguir o algo que craftear.

El problema de Deiland llega en el ocaso del juego, cuando algunos personajes ya no tienen más misiones que ofertar y hemos desbloqueado la mayoría de las mejoras y recursos. En este punto el juego roza la desesperación al tener que esperar, en ocasiones demasiado tiempo, a que aparezca el monstruo que necesitamos para obtener cierto objeto o el visitante para el que hemos completado alguna misión.

El comercio es muy importante

 

Aunque disponemos de un buen número de recetas, pociones y objetos a desbloquear, éstos se consiguen con bastante inmediatez y facilidad; de modo que, llegados al final, no contaremos con demasiados alicientes para seguir jugando. Gran parte del encanto de videojuegos como Animal Crossing reside en el afán completista de los jugadores, en obligarnos a dedicar mucho tiempo de juego para pagar la casa o a esperar ciertas condiciones para atrapar algún pez extraño; objetivos a largo plazo de los que Deiland carece.

El mejor ejemplo para ilustrar esta falta de profundidad es el lago. La posibilidad de pescar es muy interesante y no deja de ser una mecánica más, pero ésta pierde peso cuando descubrimos que sólo podemos capturar dos tipos de pez. O podríamos hablar de la baja cantidad de infraestructuras a construir, algunas además que parecen relleno. ¿Por qué poner tres tipos de hoguera si todas tienen la misma utilidad?

La pesca consiste en un pequeño minijuego… pero sólo hay dos peces diferentes

 

En cualquier caso, Deiland sabe esconder bien sus carencias y tampoco puede, ni pretende, compararse con producciones de mayor envergadura y presupuesto. Es un inicio de enorme mérito de los chicos de Chibig Studio y sólo comenzaremos a notar su falta de variedad y ritmo en la fase final del juego, cuando hayamos completado la historia principal o estemos cerca de hacerlo. Y es algo que sucederá cuando llevemos unas 10 horas de juego de las 14 que, aproximadamente, nos durará la experiencia.

Los que, como yo, queden encandilados con este universo estarán contentos de saber que ya hay anunciado un DLC que llegará a finales de año y promete aumentar en gran medida las posibilidades del videojuego.

Un sistema de combate mejorable

Nosotros decidiremos la velocidad de la experiencia. Podemos alternar fases en que sólo nos dedicamos a la recolección con momentos más intensos de recados y misiones. Las tareas que nos propondrán suelen consistir en fabricar cierta herramienta, preparar recetas o recoger algún tipo de elemento. Pero también hay casos menos rutinarios que incluyen acabar con algún enemigo.

Ocasionalmente aparecerán monstruos por el planeta que tendremos que eliminar. Y aquí encontramos el principal defecto de Deiland: un sistema de combate tosco e impreciso. Podremos golpear a los enemigos con cualquier herramienta, pero a veces erramos de forma incomprensible o nos quitan vida sin tocarnos.

Si estamos escasos de salud tenemos la opción extra de usar magia para acabar con los monstruos. Dispondremos de un bastón y de unos cuantos hechizos para atacar a distancia, lo cual reducirá enormemente las posibilidades de morir. O directamente desaparecerán, ya que ningún rival dispone de ataques lejanos.

La idea de añadir fases de acción que nos saquen de la monotonía de farmear sería ideal, pero el pobre sistema de combate y las posibilidades casi nulas de derrota hacen de ellas un mero, y en ocasiones incómodo, trámite. Afortunadamente estos enfrentamientos, aunque importantes, están lejos de ser el principal interés del juego. 

Podremos rotar el planeta para minimizar el impacto de los meteoritos

 

Hay vida más allá de Deiland

Nuestro planeta es el epicentro de la aventura, pero no es el único escenario a nuestra disposición. En cierto punto de la historia viajaremos con Mûn a Ankora, un mundo helado en el que conoceremos nuevos personajes y obtendremos nuevos objetos.

Si en Deiland el juego se fundamenta en farmear y craftear, en Ankora la jugabilidad cambia y se centrará en explorar y luchar contra la fauna del lugar, convirtiéndose en el emplazamiento ideal para practicar y mejorar nuestra habilidad en combate. Como escape puntual Ankora funciona perfectamente, pero después de un tiempo notaremos que adolece de la misma falta de profundidad que el resto del juego: hay pocas cosas que hacer y sólo encontraremos tres enemigos diferentes.

Toda la mecánica del juego cambia cuando visitamos Ankora

 

Por último, es interesante comentar que Deiland no se basa en recolectar, picar piedra y batallar de vez en cuando. El juego tiene interesantes mecánicas secundarias que nos ayudan a salir de la rutina y nos aportan cierta novedad. Además del ya comentado sistema de pesca, tendremos la posibilidad de rotar el planeta a voluntad para aprovechar al máximo la lluvia o para minimizar el impacto de los meteoritos que ocasionalmente caen. También podremos fabricar pociones con las que adquirir poderes temporalmente, como invisibilidad o aumentar de tamaño. No son demasiado útiles, pero sí divertidas de usar.

Conclusiones

Deiland es un videojuego especial. No nos propone un gran reto, sólo nos invita a sumergirnos en una historia que nos resultará familiar mientras gestionamos un maravilloso y colorido planeta. Detrás de una apariencia inocente y simpática se esconde un juego con mucho potencial y, cuando nos demos cuenta, habremos recorrido el diminuto mundo durante horas y desearemos más. Tiene aspectos muy mejorables, como la mecánica de los combates, pero no deja de ser una de las experiencias más agradables y con más personalidad del año.

 

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Autor

Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.

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