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Injection π23 . El terror clásico está de vuelta.

No soy especialmente fan del horror en ningún campo artístico. Centrándome en el sector del videojuego, creo que es un género difícil de trabajar que pasa por una época de sequía. Observo que muchos productos confunden terror/horror con dar sustos de forma puntual. Se centran en la acción y se olvidan de construir una historia o una atmósfera de verdadera tensión. Puede ser también que simplemente sea un nostálgico y eche de menos juegos como los Silent Hill, Resident Evil o Alone in the Dark originales. Es por esto que intento evitar analizar juegos survival horror, pues las comparaciones son odiosas y con estos gigantes es complicado salir ganando. No obstante, a veces hay que arriesgar y dar una nueva oportunidad al género. Por este motivo me decidí a analizar Injection π23 ‘no name, no number’ juego que, pese a algunas carencias, es la experiencia más similar que he encontrado a los juegos de terror de finales de los 90.

Escena capítulo 1 Injection π23
Esto nos encontramos nada más comenzar. Hermoso panorama.

Injection π23 ‘no name, no number’, desarrollado por Abramelin Games, estudio compuesto por un único integrante: José Antonio Muriel, se une a la lista de notables juegos apoyados en el programa PS Talents (Submersed, Deiland, Intruders…etc). Injection π23 intenta evocar y revivir las aventuras de horror clásico, esas en las que los puzles eran el principal reto y los enemigos y la acción eran una mecánica secundaria que era preferible evitar.

Injection π23 es un juego extraño. Notas que tiene fallos, aspectos mejorables y problemas de jugabilidad pero, sin embargo, te atrapa. Caes en sus redes, la atmósfera te envuelve, sus puzles te desafían y pasarás mucho tiempo pensando en cómo avanzar y en descubrir qué está pasando. Incluso cuando no estás jugando.

Escena cementerio Injection π23
Como en todo juego de horror, habrá un cementerio.

Algo extraño sucede en “El Entredicho”

La historia de Injection π23 ‘no name, no number’ nos transporta a un pueblo de Málaga llamado “El Entredicho. Este lugar ficticio en la realidad se conoce como Villanueva de Tapia, pueblo de origen del desarrollador que, según su opinión “reúne las características ideales para este tipo de juegos.

Si hay que describir el argumento en una palabra, ésta sería “confuso. En Injection π23 controlamos a un joven de nombre desconocido que, sin saber cómo ni por qué, se encuentra perdido en un pueblo repleto de horrores y monstruos. No sabemos nada de él, sólo que tiene un perro al que adora y que parece tener una personalidad que oscila entre lo asocial y la esquizofrenia. El objetivo será salir de ahí, intentando descubrir por el camino qué narices ha pasado.

Imagen escena cinemática Injection π23
Las escenas cinemáticas tienen un estilo peculiar.

La historia se nos cuenta, principalmente, a través de complejas escenas cinemáticas que se basan en sombras blancas sobre un fondo negro. No puedo negar que tienen cierto magnetismo y un estilo curioso, pero son excesivamente borrosas y ambiguas. Aunque logremos comprender, de forma individual, la trama de cada una de estas escenas, no será tarea fácil unirlas entre sí e intentar extraer un argumento coherente de ellas. Injection π23 juega, de forma totalmente voluntaria, al despiste. Cada jugador puede extraer una lectura diferente de la aventura. Incluso un mismo jugador puede desarrollar varias teorías al respecto y no saber con cual quedarse.

La segunda fuente argumental del juego serán las diferentes notas, páginas de diario, audios y demás papeles que iremos encontrando por los escenarios, al estilo Resident Evil. A diferencia de la saga de Capcom, en que estos documentos suelen ser puramente informativos, en Injection π23 pueden ser la clave de algún puzle. Si pensamos que estas notas nos aclararán la historia, estamos equivocados. Añaden testimonios y van configurando historias secundarias que sólo aumentan la complejidad de la trama principal.

Imagen escena cinemática 2 Injection π23
Os digo ya que este señor lo pasa mal.

Los diferentes hilos argumentales que encontraremos no son precisamente de cuento infantil: robos de bebés, experimentos con seres humanos, asesinatos, la presencia de monstruos en el pueblo…etc. Una larga lista de elementos que, sumados entre sí, generan una atmósfera oscura e incómoda. Por supuesto, el terror de Injection π23 tiene también mucho de psicológico: el personaje principal no parece estar en su sano juicio, no sabe qué es real y qué no lo es y asiste a escenas macabras con total normalidad, transmitiendo en todo momento sentimientos de absoluta perdición y soledad.

El problema – o virtud, todo depende de tus gustos – es que la historia va formulando preguntas al jugador que nunca acaban de responderse. Es probable que acabemos el juego y no sepamos qué ha pasado y que estemos igual de perdidos que al inicio. Esto no tiene por qué ser un aspecto negativo, pues enfatiza la sensación de agobio, locura y desesperación que se pretende transmitir, pero personalmente me hubiera gustado encontrar, al menos, un hilo argumental sólido con el que guiarme a lo largo de los diferentes capítulos. Podríamos decir que la trama de Injection π23 es una serie de páginas de un guion que hay que encontrar, comprender y luego, si somos capaces, poner en orden. Toda la trama parece ser un complejo puzle que, si soy sincero, no he comprendido en su totalidad y me ha generado algo de frustración.

Puede no ser del gusto de todos los jugadores encontrarse una historia tan inconexa – más aún al estar acostumbrados a tramas que te llevan de la mano en todo momento – y es probable Injection π23 exagere un poco en su estilo caótico de narración, pero si la intención del desarrollador era la de hacer sentir al jugador perdido y superado, lo logra.

Imagen cementerio 2 Injection π23

Sombras y luces en lo técnico.

Si por algo no va a quedar en la memoria Injection π23 es por su apartado gráfico. El juego parece más propio de una o dos generaciones anteriores. No hay más que ver la inexpresiva y poco detallada cara de nuestro protagonista o el rostro de los diferentes personajes que irán apareciendo. Sólo algunos escenarios y los buenos efectos de iluminación parecen recordarnos que estamos a los mandos de una PS4. Justo es decir que se trata de un juego desarrollado por muy pocas personas, de modo que no hay que hacer excesiva sangre al respecto, pero hay aspectos que podrían haberse mejorado y que repercuten negativamente en la experiencia jugable:

El principal es la poca definición de muchos objetos. En un juego en el que es de vital importancia explorar, toquetear todo y encontrar elementos que nos ayuden a resolver puzles, ser incapaces de encontrarlos es un error importante. En muchas ocasiones están demasiado escondidos, parecen parte de la decoración, se camuflan o simplemente no parecen estar ahí. ¿La solución ante esto? Recorrer el escenario pulsando la X constantemente con la esperanza de coger algo que se haya pasado por alto. El juego nos ofrece la opción de que aparezca una señal cuando estemos ante algún elemento con el que se puede interactuar: activadla.

Imagen guardado Injection π23
Sólo podremos guardar la partida en estos puntos de ritual.

En segundo lugar, los escenarios grandes del juego acaban siendo un lastre. Nunca he estado en Villanueva de Tapia, pero la recreación parece ser espectacular. En Injection π23 encontramos un pueblo grande, con casas bajas típicas rurales, repleto de calles interminables y oculto en una espesa niebla. Sin duda alguna, un entorno digno de una historia de miedo. Es una lástima que los capítulos que hacen uso de este enorme escenario sean una pequeña tortura. Recorrer estas calles asusta e impresiona sólo la primera vez. Pronto notamos que están vacías y que hay pocos objetos y elementos con los que interactuar. Tampoco otros escenarios abiertos como el cementerio o el bosque acaban de cumplir: sorprenden la primera vez, pero son innecesariamente grandes para el contenido que ofrecen. No ayuda el hecho de que nuestro protagonista se canse y haya que recorrer estas zonas a paso de tortuga.

Injection π23 mejora en los escenarios “cerrados”, en los que hay más detalles, los objetos están concentrados en un espacio menor y no tenemos la sensación de vagar por zonas repetitivas en las que no hay nada que hacer. Es incluso decepcionante que se haya recreado de forma tan fiel una zona real, en la que se aprecia un gran esfuerzo, para que acabe siendo el entorno más prescindible del juego.

Por último, encontramos pequeños errores que no entorpecen demasiado la experiencia, pero que emborronan el acabado final: movimientos extraños del protagonista – como caídas o saltos – choques contra barreras invisibles, zonas excesivamente estáticas…etc. He notado también la presencia de algún que otro bug molesto, pero desde Abramelin Games prestan mucha atención al feedback y han ido puliendo estos pequeños problemas. Algo digno de mención.

Imagen pueblo Injection π23
Tiene mucha pinta de pueblo español.

En cualquier caso, no quiero transmitir una idea demasiado negativa, porque el juego tiene puntos técnicos más que trabajados y que merece la pena destacar. Al margen de la impresionante recreación del entorno exterior, hay niveles con un diseño espectacular, como el colegio o el cementerio. Escenarios cerrados llenos de habitaciones, escondites, enemigos, objetos y secretos. No se ha escatimado en detalles en estos niveles: es complicado encontrar un hueco vacío. Sangre por las paredes, relojes parados, el número 23 de forma constante, cadáveres ahorcados que caen cuando abres una puerta, símbolos extraños por las paredes, sombras que nos siguen…etc. Elementos que compensan la – normal – falta de potencia gráfica. Pero claro, todo este trabajo hace más incomprensible la pobreza de contenido, que no de diseño, de los entornos grandes y abiertos.

También merece la pena hablar del horripilante diseño de los enemigos; si no nos persiguieran con tanta mala leche, nos daría ganas de pararnos a ver qué son. Una especie de seres que parecen sacados de mezclar humanos e insectos. Intimida verlos correr chillando hacia ti.

Imagen enemigos
Los enemigos dan miedo y asco a partes Iguales.

El apartado sonoro es menos complejo de analizar: es muy bueno. Lo primero que nos llamará la atención es su doblaje al castellano. Injection π23 es un juego que se ha traducido a otros idiomas, pero cuya lengua base es el español. Voces, documentos, murales y carteles; todo está en la lengua de Cervantes. Puede parecer una obviedad que un juego desarrollado en nuestras fronteras utilice como base el español, pero hay casos – y no pocos – de producciones patrias que ni si quiera tienen versión en castellano.  Gracias a la iniciativa PonVozATuJuego, Injection π23 cuenta con un doblaje que, sin lugar a dudas, da un importante salto de calidad al videojuego. Aquí dejo una entrevista muy interesante al respecto.

Injection π23 es un ejemplo de cuánto puede mejorar un juego con un buen apartado sonoro. No cuenta con un gran repertorio musical, ya que prioriza los efectos de sonido típicos de juegos de horror: pasos, chillidos, puertas que crujen o la respiración de nuestro protagonista. Más de una vez daremos un salto debido a los estridentes gritos que se escucharán a través de la televisión o del propio mando. En Injection π23 la banda sonora y efectos no son meros acompañantes; afectan al jugador, confundiéndolo, poniéndolo en tensión o directamente sacándolo de sus casillas. Un ejemplo: en el primer capítulo tenemos que afrontar un puzle bastante complejo en una habitación cerrada con un ruido atronador que nos destroza los tímpanos. Gracias a los efectos de sonido y a un par de luces parpadeantes, resolver este acertijo se convierte en una tarea ardua que nos hará sudar la gota gorda. Y es sólo uno de los muchos casos en que el apartado sonoro juega un papel capital en la experiencia. Los diferentes ruidos de los enemigos nos indicarán si nos han visto o no; hay puzles que requieren de nuestro oído musical y, cuando el juego nos da un respiro, la música que se puede percibir no transmite ni una pizca de alegría.

Imagen escuela Injection π23
La escuela probablemente sea el mejor nivel del juego. Largo, complejo y con mucho detalle.

Apostando por los puzles

Es el momento de hablar de lo que hace de Injection π23 una elección especial. El aspecto que lo sitúa en una esfera diversa del resto de juegos de terror del mercado y que verdaderamente marca la diferencia: su jugabilidad. Injection π23, al igual que los clásicos survival horror, no prioriza la acción, el combate o el argumento; se fundamenta en la resolución de complejos puzles.

Los primeros minutos de juego pueden parecer típicos: estamos en un pueblo oscuro, repleto de sangre y cadáveres, nos llevamos algún que otro susto gratuito y comenzamos a explorar el entorno. Pero pronto percibimos que no es un survival con rompecabezas de resolución fácil y evidente. Antes de media hora estaremos atascados dándole vueltas a algún que otro puzle y recorriendo de cabo a rabo el escenario intentando averiguar cómo narices se abre una determinada puerta.

Imagen puzle Injection π23
Uno de los muchos puzles que encontraremos.

Olvídate de acertijos de esos que tienen una solución clara antes incluso de encontrarlos. En Injection π23 hay que sacar lápiz y papel e ir apuntando todo lo que vemos. ¿Un número en la pared? Quizás haya que usarlo en algún ordenador ¿Un símbolo escondido? Puede significar algo. ¿Una televisión que cambia de color en el canal 86? Puede ser la clave del episodio ¿Un documento tirado por el suelo? Habrá que leerlo varias veces. En Injection π23 todo puede ser de vital importancia o ser un adorno más. Y esa es la grandeza del juego: nos obliga a explorar de forma minuciosa cada escenario. Tendremos que analizar cada rincón, examinar los objetos, leer mil veces los documentos y prestar atención a cada detalle, pues puede ser la clave del nivel, por muy irrelevante que parezca. Y lo más importante, supone un reto que nos obliga a pensar, a dar muchas vueltas a las cosas para intentar encontrar una respuesta, mecánica que parece estar desapareciendo en el videojuego moderno.

Es cierto que algunos puzles parecen tener una solución algo rebuscada, la típica que probamos con poca fe cuando ya no sabemos qué hacer; pero la satisfacción de resolver un rompecabezas en el que llevas horas atascado es una de esas cosas por las que yo, personalmente, adoro los videojuegos. Y Injection π23 tiene mucho de esto.

Imagen inventario
Será necesario revisar el inventario y examinar los objetos para encontrar pistas sobre qué hacer.

Ligada a la resolución de puzles está la variante de exploración del juego. Esta mecánica de análisis e investigación es divertida e interesante en los niveles pequeños o cerrados, pues más o menos sabemos dónde pueden estar los elementos que necesitamos, aunque tardemos dos horas en encontrarlos. Pero de nuevo este aspecto se ve penalizado por la falta de trabajo de los escenarios grandes. En especial, hay un bosque enorme que contiene sólo tres o cuatro puntos de interés, que nos costará horrores ubicar, teniendo que deambular durante horas esperando tener suerte. Es cierto que disponemos de un mapa, pero es tan confuso que lo usaremos poco.

Con todo, lo peor es que nuestro personaje se cansa. Corremos un poco, se le agota la barra de energía y tenemos que caminar a un ritmo extremadamente lento hasta que descanse. Al final, la tarea de exploración en estos niveles acaba requiriendo de una enorme dosis de paciencia por parte del jugador. La barra de cansancio es buena idea en los escenarios cerrados plagados de enemigos, pero en los grandes habría sido mejor quitarla.

Imagen bosque Injection π23
Daremos demasiadas vueltas en este enorme bosque.

Injection π23 nos ofrece varias opciones de cámara: primera persona, tercera persona y un sistema de cámaras fijas bastante torpe que no merece la pena usar. Constantemente alternaremos la primera persona con la tercera. Hay tanto detalle en los diferentes niveles – no en los abiertos – que será absolutamente necesario apostar por la primera persona para no perdernos nada. Lo mejor es que este cambio se hace de forma automática, sin ningún tipo de carga o pérdida de tiempo.  

En orden de importancia, la segunda mecánica jugable es el enfrentamiento con los enemigos. Injection π23 nos avisa, desde el inicio, de que es mejor evitar a los monstruos y que sólo entremos en combate cuando sea necesario. Seguid el consejo. Las armas – cuando las encontremos – y la munición escasean. Volvemos a los tiempos del primer Resident Evil, cuando cada bala contaba y era siempre mejor opción sortear monstruos que liquidarlos.

Imagen enemigo 2
Siempre es mejor intentar evitar a los enemigos.

En Injection π23 no podemos andar con prisas si hay enemigos cerca. Detectan nuestros movimientos y ruidos. Conviene ser sigilosos e intentar pasar desapercibidos para no llevarnos más sustos de los necesarios. Desgraciadamente los enemigos tienen una IA más que limitada. Nos localizan sólo si estamos a una determinada distancia. Pueden mirarnos de frente y no inmutarse, pero si nos acercamos un paso, nos persiguen. Pero tampoco mucho, desisten con facilidad, por lo que basta con pasar a su lado corriendo sin preocuparnos demasiado, pues tras unos segundos se darán la vuelta y los habremos evitado.

Habrá momentos en los que el combate será imposible de eludir. Aquí encontramos un aspecto muy mejorable: el sistema de disparo es imposible de dominar. El personaje apunta de forma automática cuando estamos en tercera persona, con un sistema bastante impreciso. Si pasamos a la primera persona es aún más dramático: apuntamos al enemigo, pero si estamos a una distancia algo lejana – la suficiente como para que no nos detecte – es como si la bala le atravesara. En ocasiones el impacto del proyectil no es realista y no sabemos si le estamos hiriendo o si estamos fallando. Acabaremos aporreando el botón de disparo esperando que el enemigo muera, pero sin demostrar una verdadera habilidad en el proceso. Por suerte, la mayoría de combates pueden evitarse y los que son obligatorios no incluyen una cantidad excesiva de monstruos. Al menos durante la primera partida que jugamos. El modo pesadilla es otro cantar.

Imagen policia Injection π23
El modo de apuntado y disparo es muy impreciso.

Mucho más que una aventura de terror.

Aparte del extraordinario trabajo con los puzles, en Injection π23 hay otro aspecto que nos devolverá a los años 90 y que destaca por encima de los demás: la enorme cantidad de contenido. Estamos en una época en la que parece que los extras sólo se desbloquean sacando el billetero y volviendo a pasar por caja. Injection π23 rompe esta tónica. Es un juego que premia al – buen – jugador y lo hace dándole más contenido y horas de vicio. Echaba de menos esa sensación de jugar por algo más que unos simples trofeos: de que haya secretos relevantes e interesantes que me inviten a continuar enganchado al mando. Todo por un precio más que reducido en el PlayStation Store: 9,99€.

Imagen crucificado
Este bicho no ha pasado un buen día.

La primera vuelta que le daremos al juego nos puede durar unas 15 horas si somos capaces de no atascarnos demasiado. Pero esto es sólo el inicio. Una vez completado tendremos el modo pesadilla, que no se basa únicamente en aumentar la cantidad de enemigos; también incluye objetos y puzles totalmente nuevos. Por ejemplo, sólo aquí obtendremos la luz ultravioleta, elemento que dará una vuelta de tuerca a todo el videojuego. En este modo tampoco podremos guardar la partida más de una vez por nivel, teniendo que pensar muy bien cada movimiento que hagamos.

Hay mucho más. Completando la historia por primera vez tendremos acceso a los logros, encontraremos objetos para coleccionar, nuevas armas, un modo oleadas, minijuegos que incluyen el micrófono, varios finales y un sinfín de posibilidades. Especialmente interesante es el material transmedia, que pretende extender la experiencia fuera de la frontera que es la consola. En definitiva, Injection π23 es mucho más que una simple aventura de horror. Aprovechar al máximo sus posibilidades nos puede llevar más de 50 horas, una cifra más que destacable para un juego de este género.

Conclusión.

Injection π23 ‘no name, no number’ puede tener defectos y aspectos mejorables, como el pobre apartado gráfico, algunos escenarios innecesariamente grandes y un sistema de combate torpe, pero es la mejor forma de revivir las grandes sagas survival horror de los años 90. Es un juego difícil, sus puzles te desafían, te hacen dar vueltas, te desesperan pero, al mismo tiempo, los acabas disfrutando enormemente. Dispone de una enorme cantidad de contenido extra para que no soltemos el mando en mucho tiempo. Sin duda alguna, el juego que más he disfrutado en lo que va de año.

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Autor

Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.

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