Ramón Rodríguez era un tipo que se dedicaba a dar paseos por las cuevas de la ciudad, esquivando todo tipo de objetos y extraños seres, que querían hacer de su tranquilo desplazamiento una auténtica tortura. Gusanos-tecladomusical y bocinas vivientes eran los enemigos más temibles. También las lanzas que subían y bajaban y los suelos inestables eran peligros que se interponían en el camino de nuestro amigo.
Haciendo gala de su semi-desprecio por todo lo que fuese covencional, nuestro amigo el punki estaba dispuesto a sortearlos sin ninguna duda, para hacer ver a la sociedad que no todo había de hacerse como dictaban los mandamases de turno.