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Narita Boy, ¿Por qué no has conseguido emocionarme?

Hoy os hablo de Narita Boy, una propuesta alternativa y experimental

Por el corte de su propuesta, cabe advertir que Narita Boy no es un juego para todos los públicos o mainstream, vaya por delante. Por tanto, si lo has jugado y no te ha gustado, tranquilo, es normal.

En este artículo, me apetece ser conciso y muy directo. No me andaré por las ramas. He acabado el juego y me apetece compartir mis impresiones. Pero antes, concederme dos párrafos y un poco de tinta digital para unas reflexiones previas.

Studio Koba abre el telón con una apuesta arriesgada pero muy sólida

Narita Boy es la entrada triunfal de Studio Koba en la industria del videojuego. Un proyecto cocinado a fuego lento y medido al milímetro. Fue inicialmente planificado para un presupuesto objetivo de 120.000 euros. Posteriormente su financiación superaría los 160.000 euros, lo que permitió a sus creativos dotar al juego de más solidez y contenido.

Por ello no es de extrañar que estemos ante un proyecto con pocas incertidumbres en su fase de producción, bien acotado y cuyo producto demuestra ser robusto y sólido. Un desarrollo que llevó más de cuatro años y que fue humildemente gestado en un pueblo rural de Castilla y León.

Y es que hablar de Studio Koba, es hacerlo de familia y amistad. Eduardo Fornieles, quien se considera un desarrollador visual amante de la narración interactiva, volvió de Tokio con su esposa, Chie Wakabayashi, experta en Marketing Digital. Ambos lo hicieron decididos a emprender su propio proyecto, al que también se uniría su hermano, Salvador Fornieles, quien se puso a los mandos de la composición de la exquisita banda sonora de Narita Boy.

Posteriormente, también se unirían a la tripulación el madrileño Nito Diez a cargo de la animación 2D y el barcelonés Robert Casas, un experto en el desarrollo sobre Unity, el motor del juego.

Y hasta aquí la información perimetral. Vamos al lío y recordar, esto es un artículo de opinión, del que podéis discrepar. Y os animo a que lo hagáis y comentéis. Por claridad, he estructurado esta opinión siguiendo los diferentes apartados del juego.

Relato y diseño argumental

Narita Boy me ha gustado, pero no me ha hecho sentir nada especial, más allá del puro entrenamiento y nostalgia. Un juego que presenta una dirección artística sensacional, con unos gráficos minimalistas, unas animaciones muy cuidadas y una música que se une a la función narrativa en completa armonía.

Un juego que conecta con el jugador por los canales de la acción y de la nostalgia, pero que pincha sobremanera a la hora de conectar al jugador con los personajes, de transmitirle el peso dramático del relato, y en definitiva de llegar al corazón y dejar marca.

Es obvio que no comentaría esto, si no percibiese que el juego lo intenta, pero no acaba de conseguirlo. La formula de esta obra experimental, funciona, pero solo en parte. Y es una auténtica pena. Durante mis horas de juego he vivido una ambientación sobresaliente, y una propuesta argumental que, junto a una arquitectura narrativa ambiciosa, rompía con la linealidad y abusaba de la analepsis o el flashback, para contarnos hasta cuatro líneas argumentales en paralelo. La realidad de los 80, el presente y pasado del Reino Digital, los recuerdos de nuestro padre y nuestro presente, el que narramos nosotros mismos a los mandos con Narita Boy.

Sobre el papel, el diseño es de diez, y todavía no hemos sumado las diversas mecánicas que combina su gameplay, de eso hablaré más adelante.

Pero entonces, ¿Por qué no es capaz de trasladar una historia emotiva que llegue hasta el corazón del jugador? Porque eso es harina de otro costal. Porque Studio Koba ha conseguido una ambientación y una identificación icónica con la nostalgia ochentera perfectamente reconocible. Sin embargo, dentro de ese maravilloso mundo ficcional y lleno de contenido, habitan personajes sin alma, existentes ficcionales inmutables de cartón piedra.

Y es que ni el propio Narita Boy nos presenta conflictos internos, dilemas éticos o morales, conflictos con otros personajes, o alguna transformación derivada de su epopeya que le haga prepararse y crecer para su enfrentamiento final con Him, “la sombra” de nuestro padre. Y es que, Narita Boy es un personaje con un arco de desarrollo totalmente plano, y moderadamente inmutable.

En definitiva, e insisto en mi opinión, la estructura de personajes de Narita Boy es su talón de Aquiles. Es lo que evita que los arcos narrativos dramáticos que suscitan las memorias de El Creador (que vamos desbloqueando durante la aventura), se queden en eventos fríos y gélidos, totalmente desconectados de las emociones del jugador. Nos hablarán de perdida, de conflictos familiares, de soledad, de amor, pero nada de esto nos afectará en lo más mínimo.

Porque la conexión del jugador con los personajes que sufren y padecen no se acaba de establecer en ningún momento del juego. Ni siquiera en un final, que el estudio, no solo no aprovecha para poner el broche emotivo a la aventura, sino que lo hace para dejar de manifiesto que el juego no se toma en serio así mismo.

En definitiva, podemos afirmar que los personajes de Narita Boy, son más bien una excusa para soportar la carga narrativa del juego, más que para transmitir un relato o una historia que pueda llegarte al corazón. Una pena, porque me hubiera encantado terminar el juego habiendo empatizado con mi personaje. Me hubiera encantado emocionarme con el juego y con su historia, pero solo he sentido nostalgia y simple diversión. No es poco, lo sé. Pero para mí no es suficiente. Al menos no como para catalogarlo como un gran juego. Me ha gustado, sin más.

Por último y por cerrar ya este apartado, hay que comentar que el juego presenta una semántica intensional muy fuerte, que exige un gran recentrado del jugador y un estado pre-comunicativo adecuado para entender todos los guiños informáticos y también los iconos nostálgicos que son constantes a lo largo de toda la aventura.

Gameplay y jugabilidad

En el plano del gameplay y la jugabilidad, Studio Koba ha mezclado una variedad de géneros insólita en un videojuego. Buscando romper la linealidad de un side-scroll en 2D, han introducido mecánicas de plataformas, de beat’em up, de puzles, point & clic, arcade y metroidvania. Todas ellas envueltas por un core-loop rítmico y muy estructurado.

Tendremos ritmos medios cuando exploremos las plataformas del Reino Digital, nos enfrentaremos a ritmos frenéticos durante los combates contra hordas de enemigos y jefes de zona, para posteriormente acceder a las memorias y encontrarnos las mecánicas point and click en un ambiente íntimo y con ritmos muy relajados. Y vuelta a empezar.

A pesar de ello, el juego no destaca en ninguno de los géneros. Sin embargo, la mezcla de todos ellos le confiere una personalidad propia, una frescura inusual que te mantiene enganchado horas y horas azotando a los Stallion. En este apartado, podemos afirmar que las dinámicas del juego son muy inmersivas y que la fórmula de Studio Koba funciona a la perfección.

La dificultad que plantea el juego es progresiva y en mi opinión está bien equilibrada. La inteligencia artificial, es la imprescindible para que los enemigos y jefes nos supongan un reto, pero el juego no destaca en este apartado.

Apartado audiovisual

Sus gráficos minimalistas y sus cuidadas animaciones son la combinación perfecta para una ambientación sobresaliente.

A pesar de sus gráficos minimalistas, consigue establecer una comunicación audiovisual con el jugador excelente, algo que se observa en lo bien diferenciados que están los diferentes Biomas o Mundos Posibles Principales: Región Amarilla (Desierto), Región Azul (Agua), Región Roja (Fuego), Capital del Reino Digital, el Mundo real y el Salón de los recuerdos.

Como ya mencioné anteriormente, la música del juego la compone Salvador Fornieles, y sin duda es uno de los valores artísticos de esta obra. En Narita Boy la música cumple una función narrativa, que acompaña en los diferentes momentos de la aventura, adaptándose bien al ritmo y al escenario en el que se encuentra el jugador.

Sin duda, la música es un pilar dentro de la propuesta inmersiva de Narita Boy. Desde música electrónica ochentera, pop, rock, metal, western y algun otro. Nos encontraremos con estilos musicales muy diversos, pero todos ellos muy bien integrados con la narrativa del juego.

En el aspecto sonoro, el juego tampoco defrauda, ayudando a crear la inmersión con el sonido ambiente y el directamente producido por nuestras acciones o las de enemigos u otros existentes en la escena. Es de destacar que el juego reproduce sonidos que nos trasladarán directamente a décadas pasadas, lo que también despertará aun más nuestra nostalgia.

Conclusión

Seré fiel al comienzo de este artículo. Estamos ante una fórmula tan experimental que podríamos escribir decenas de artículos y opiniones. Hoy he expresado la mía, pero, si tenéis curiosidad por nuevas propuestas jugables y narrativas, la única forma de formaros vuestra propia opinión será poneros a los mandos de Narita Boy.

En mi caso, os puedo decir que me ha gustado, que me he reído por algunos diálogos absurdos y superficiales, que he pasado un rato muy divertido disfrutando de su arte y de la inmersión de sus mundos. Que he conectado con Narita Boy a través del canal de la nostalgia y de la acción. Sin embargo, no puedo decir que sea un juego cuya historia me haya dejado huella o hecho sentir alguna emoción notable, de esas que se funden con el código fuente de tu corazón por siempre jamás. Una pena, porque me hubiera encantado.

¡Nos leemos en DeVuego!

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Autor

Fundador en Torito Indie | Web

Analista y comunicador de videojuegos desde 2018. Cofundador y director de El Torito Indie (2018 - Actualidad, www.toritoindie.blog). Analista y colaborador en diferentes medios especializados.

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