Si tuviéramos que decir un género que predomine por encima de los otros dentro de la categoría de “videojuego indie” estoy convencido que casi todos elegiríamos el puzle. Sería la decisión obvia: no hay necesidad de desarrollar un apartado técnico espectacular, basta solo una buena idea, una buena jugabilidad y un buen número de niveles. Pero dentro de este género, si tuviéramos que coger un ejemplo de lo que es el puzle indie modelo ¿cuál sería? Si yo tuviera que elegir el ejemplo de como se debe hace un videojuego de estas características escogería Cubotrox.
The Barberians han desarrollado un videojuego que podría ser la definición de arcade: es muy simple en casi todos sus aspectos pero extremadamente divertido y engancha desde el minuto uno. Llega a ser, para mi, hasta frustrante hacer este análisis porque estamos ante uno de esos casos (como ellos afirman en su página de steam) en los que las palabras, imágenes o incluso vídeos no hacen justicia: hay que jugarlo.
Perfectamente podríamos estar ante una máquina recreativa. Iniciamos el videojuego y nos sale una interfaz simple, acompañada de música electrónica que nos invita a iniciar rápidamente la partida. Comenzamos con el primer nivel y en el centro nos aparecerá una imagen pixel art compuesta por cubos de color neón. Un determinado número de cubos de esta imagen desaparecen y nosotros tendremos que volver a meterlos en su sitio. Para ello tendremos que coger los cubos que aparecen por los lados de la pantalla, girarlos y lanzarlos al lugar que corresponde, siempre con la imagen oscurecida de fondo, para poder guiarnos por los colores.
En dos minutos tendremos asimilada la mecánica: un botón para lanzar el cubo, otro para eliminarlo y las posibilidades de girar el cubo o todo el escenario. A partir de aquí solo hay que completar los niveles. Al principio será simple: cada cubo o píxel tendrá su lugar claramente marcado, pero poco a poco la dificultad va subiendo. Para empezar, tendremos niveles con límite de movimientos, límite de tiempo o las dos cosas a la vez. Unos límites que estarán puestos en ocasiones con verdadera mala leche y llegaremos a completar el nivel con un par de segundos de margen o en el último movimiento.
Pero aunque no haya límite de tiempo tendremos que ser igualmente rápidos. Si nos demoramos en colocar los bloques irán apareciendo más, lo que implica varias complicaciones: primero que tendremos que quitarlos para colocar el cubo correcto y segundo, que si se acumulan tantos cubos que salen de la pantalla, perderemos. Como en el Tetris.
Podremos, además, liarla nosotros mismos: si colocamos un bloque en el lugar correcto antes de lo debido podremos bloquear el acceso a los demás espacios y por tanto perder automáticamente la partida. El juego intentará engañarnos enviándonos bloques que no debemos colocar, sino que tendremos que guardar para después.
Al final acabaremos con una dificultad endiablada cuando nos enfrentemos a niveles en los que podremos perder en prácticamente cada movimiento mientras nos preocupamos de no llenar el escenario de piezas y de no perder por tiempo o movimientos. Muy bien desarrollada la curva de dificultad.
Uno de los puntos fuertes del juego es el diseño de los niveles que, como ya se ha comentado, serán imágenes píxel art compuestas por bloques o cubos de colores neón. El hecho de usar colores tan llamativos ayuda mucho a que centremos la atención es lo que tenemos que colocar y no tengamos ninguna confusión.
No obstante, hay que señalar que en ciertos niveles, donde se usa una paleta de colores similares puede ser difícil diferenciar los bloques. Me refiero a niveles donde hay tres o cuatro tonos diferentes de azul o de blanco, algo que sucede en los niveles más avanzados.
Tendremos un total de 100 escenarios diferentes, entre los que encontraremos todo tipo de referencias y homenajes a un buen número de videojuegos o elementos de la cultura. Tendremos presencia de videojuegos españoles como Aragami, The Last Door, Rest in Jelly o Spy Chameleon; videojuegos míticos como Pacman o incluso niveles con diseños de Los Simpson, Dragon Ball o El señor de los anillos. La lista que he ido recopilando es bastante larga, pero es mejor no mencionar más, ya que una de las partes más divertidas del juego es descubrir qué nivel será el siguiente. Por supuesto también tendremos niveles que no hacen referencia a nada y que estarán diseñados simplemente para que sea un reto superarlos. Indudablemente ha sido un acierto por parte de los desarrolladores el hecho de meter tantas referencias y guiños, pues una sucesión de niveles con diseños aleatorios o con dibujos totalmente normales hubiera acabado por agotar al jugador.
Tenemos que destacar también el aspecto sonoro, aunque quizás sea el punto donde más flojea Cubotrox. Encaja perfectamente con la tónica arcade-retro del videojuego, con la velocidad endiablada de las partidas y nos impulsa a seguir enganchados a la pantalla. El problema es que se echa de menos algo más de variedad, ya que es un tipo de música que se hace repetitivo con facilidad.
Ahora mismo el juego cuenta solo con los 100 niveles que se han comentado ya, aunque estamos a la espera de que implemente el llamado “modo infinito”. Con todo, completar todos los niveles nos puede llevar tranquilamente unas 8-9 horas si somos hábiles y tendremos la posibilidad de comparar nuestras puntuaciones con otros jugadores para ver en que posición del ranking estamos. Yo he llegado a estar 1º en algún nivel. Soy top.
Conclusiones. Por mucho que leamos o veamos de Cubotrox no podremos hacernos una idea exacta de lo que es. Desde aquí afirmo que es el camino que todo diseñador indie debe seguir: una premisa sencilla que acaba suponiendo un verdadero reto y una adicción para el jugador. The Barberians han sabido mezclar a las mil maravillas elementos de máquina recreativa como la jugabilidad o la música con aspectos que están de moda como el píxel art para crear un videojuego que convencerá a todos. Una de las mejores opciones del año y más si miramos su reducido precio.
Versión analizada: PC (Steam)
Autor
Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.
