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Mentiría si no dijese que, su arte fue lo primero que me llamó la atención, pero… claramente su Gameplay me atrapo de principio a fin. Ese combate es tan artesanal con tanta personalidad que hace de su experiencia un cúmulo de emociones. Cada desliz de la katana es una explosión de colores, un festival de sangre, un viaje visceral hacia lo más retorcido. La idea de armar combos a placer hace que sus combates sean mucho más que machacar botones. Más bien, lo convierte en todo un arte con estampas entrañables gracias a ese majestuoso stop motion. Aunque tampoco puedo olvidar los dolores de cabeza que me han dejado sus secuencias de plataformeo, con ese gato que lleva algodones en lugar de garras. No es un mal juego, pero necesita algunos ajustes en sus controles, y una rigurosa prueba de calidad para depurar todos sus bugs… Ni siquiera pude terminar mi partida porque un enemigo no dropeo una llave sobre el final del juego… Me recordó a Hellblade Senua Sacrifice con la antorcha. Siento que, The Spirit of the Samurai intenta ser tantas cosas al mismo tiempo, que al final del día olvida por completo su identidad.

En algún lugar de las redes escuche mencionar a sus creadores que, NEVA fue el resultado de: una Joven muchacha luchando para proteger a un indefenso cachorro. Quien más tarde, con el correr de las estaciones se convertiría en una enorme loba. Lista para protegerla con sus feroces fauces de la absoluta oscuridad.  ¿Cómo se alternan los papeles? Tal vez… como la vida misma. Justo para recordarnos que incluso en los momentos más duros. En los momentos más difíciles no estamos solos. Ellos están presentes, y entregaran su vida sin pensarlo un momento. ¿No harías lo mismo por ellos? Gracias Nomada Studio por romperme en mil pedazos, una vez.

Sin pensarlo me he encontrado recordado a un pequeño chaval iluminado por una pantalla de CTR con un mando de una NES en sus manos. Lords of Exile me ha llevado de paseo hacia uno de los recovecos más nostálgicos de mi memoria para cachetearme con sus sprites de 8 bits y sus fabulosas melodías chiptune. Saltar a Exilia en busca de sus señores de las tinieblas fue como viajar en el DeLorean hacia una de las épocas más doradas de la industria. Quizas como tributo peca por ser demasiado permisivo en su combate y no castigar tanto como lo haría un Castlevania o Megaman. Pero… parte de su encanto es ser el puente entre dos épocas, y eso le funciona de maravilla. Quienes buscan una aventura con sabor retro no se arrepentirán y encontraran en Lords of Exile un más que digno competente con el que mantener viva la llama.

The Game kitchen lo ha hecho de nuevo, de las cenizas ha creado otra maravilla. Solo ha necesitado oír atentamente a la comunidad para darles exactamente lo que necesitaban. Una secuela a la altura con los retoques necesarios para sentirse fresca, divertida y emocionante. El combate está mejor que nunca y ofrece una amplia gama de personalización y variedad. Explorar sus recovecos se ha convertido en un paseo agradable a diferencia de su predecesor que era un auténtico tormento con sus pinchos y animaciones irregulares. Los controles responden a la precisión como un fino reloj suizo, y todo esto mientras nos cuenta una historia retorcida, oscura y angustiante de un mundo impío. No hay mucho para criticarle, quizás la seguridad del estudio por no ir un paso más lejos. Tal vez, el reciclado de enemigos y la escasa dificultad que supone superar su aventura. Pese a ello, son solo matices en todo un mar de aciertos. Blasphemous 2 es otra maravilla que no deberían perder de vista, y más que una asignatura pendiente para cualquier fanático del género. El penitente aguarda en su morada, y solo resta una semana para que comience su summa blasfemia.

Curse of the Sea Rats ha pasado por un duro y prolongado proceso creativo para finalmente convertirse en el “Ratoidvania” que tenemos entre manos. La evolución desde su Kickstarter hasta el producto final es incuestionable, pero aun así, no fue suficiente para solapar las asperezas técnicas presentes; controles imprecisos, animaciones frígidas, toneladas de bugs. Un popurrí de fallos que eclipsan la que podría haber sido una divertida aventura familiar, y es que su modo cooperativo con la ambientación tan Disney le sientan de maravilla. Curse of the Sea Rats tiene mucha personalidad, y un arte indiscutiblemente atractivo, pero la ejecución no es del todo al deseada. Se siente como una montaña rusa por momentos divertida, pero no tardara demasiado en perderse aquella emoción inicial. Pese a ello, es una buena alternativa para quienes desean acercarse al genero Metroidvania.