Al fin, The Red Strings Club está más en la línea de experiencias como The Beginner’s Guide donde la reflexión es más importante que el juego en sí. Lo demuestra la música de Fingerspit, que emociona y mueve, pero sin llegar nunca a forzar nada. Círcula y levita sobre los diálogos y las escenas, ayudando a asentarlas en el mundo y dándoles entidad. Tampoco hay violencia aquí. Es, en cambio, calmada y melancólica, añorante, casi.