Alt254. Una gran aventura minimalista

Empiezo la crítica subrayando el enorme carisma y valor que hay que tener para, en pleno inicio de una generación de videoconsolas que se basa fundamentalmente en la potencia técnica, crear un videojuego como Alt254 que busca todo lo contrario: ofrecer una aventura reducida a su mínima expresión y que, encima, funcione. Los chicos de Rename Studio se estrenan en Steam con una propuesta de esas que, independientemente de su calidad, te gusta que existan.

Alt254 es una aventura minimalista en la que controlamos a ■ (resultado de combinar alt+254), un píxel oscuro que aparece en medio de la nada y comienza un camino de autodescubrimiendo en un mundo limitado a un pequeño marco de 21×26 píxeles. En Al254 todo está reducido a píxeles gordotes que representan los elementos mínimos necesarios para construir una aventura: nuestro héroe (■) es un píxel negro, los píxeles verdes representan la vegetación; los azules, el agua; los rojos, los enemigos…etc. Lo guay es que, pese a ser un amasijo de cuadrados gordos y de colores muy primarios que, durante el primer minuto de partida te resultan poco atractivos, en cuestión de minutos estás dentro del juego y dejas de ver colores para ver montañas, playas, bosques, cuevas y enemigos.

Alt254 nos recuerda que lo que hace de un videojuego una gran aventura son sus mecánicas, su jugabilidad y la capacidad de éste para hacerte entrar en su mundo y eso se puede lograr con una potencia técnica que nos permita ver con todo lujo de detalle el pelaje de un caballo o la hierba movida por el viento, pero también juntando píxeles en una cuadrícula de 21×26. Alt256 es un homenaje a los albores de los videojuegos, aquel tiempo en que sabíamos cómo eran los héroes por los dibujos de la portada, ya que en el propio juego apenas podíamos distinguir si el personaje llevaba gorro o no.

En Rename Studio han cogido esta idea y la han llevado al máximo: no hay personajes construidos a base de píxeles, sino que cada píxel por sí mismo busca evocar en la mente del jugador un elemento del escenario. Es un ejercicio similar a la lectura: tú estás viendo letras – en este caso píxeles cuadrados de colores – y tu imaginación se encarga de construir el resto.

Perdidos en un mundo abierto

A nivel jugable, Alt254 también apuesta por la simpleza y la libertad. No sabemos qué somos, qué hacemos ahí ni cuál es el sentido de nuestra existencia; de nosotros depende buscarle la cordura a toda la aventura. Es un juego que apenas nos ayuda o da indicios de dónde hay que ir o qué hay que hacer. Recorriendo el mapa encontraremos llaves, abriremos puertas, localizaremos algunas pistas muy ambiguas y poco más. La libertad del Alt254 es total, dejando al jugador el total control de la experiencia.

Es este punto el que no me acaba de convencer de Alt254. Comprendo que es un intento de ofrecer algo similar a la experiencia del The Legend of Zelda original, pero la simpleza gráfica juega en contra del jugador: es tremendamente difícil orientarse. El mapa de Alt254 no destaca por ser enorme, sino por estar dividido en varios niveles o alturas y, francamente, me he perdido en cuestión de minutos. Llegado a cierto punto he caído por un agujero, después he empezado a subir y bajar escaleras y ya no sabía ubicarme.

Con una actualización los desarrolladores introdujeron el mapa y la posibilidad de hacer anotaciones en él, pero no acaba de solucionar demasiado el problema. Alt254 te exige concentración y paciencia para perderte por el escenario y dar vueltas. Es loable que los desarrolladores hayan llevado su idea de videojuego hasta el final, pero confieso que después de unas horas dando vueltas totalmente perdido y no saber dónde ir o qué hacer yo he acabado por abandonar Alt254. Habría preferido algo más guiado, un mapa más pequeño o menos confuso, aunque, eso sí, es mi visión del videojuego, estoy convencido que habrá jugadores que adorarán perderse por la propuesta abierta de Alt254.

Incluso con la ayuda del mapa es fácil perderse

Enemigos, puzles y llaves.

Alt254, como buena aventura, incluye enemigos y combates. Son ■ de color rojo que nos atacarán en cuanto nos localicen. El método de combate es simple, pero no podemos relajarnos pues cualquier enemigo nos puede matar: tenemos que esquivar y atacar con un dash en el momento justo. No es el punto más trabajado del juego y da un poco la sensación de que están puestos para “entorpecer” un poco la exploración, pero añaden algo de intensidad.

Otro elemento importante de Alt256 son los puzles y acertijos que encontramos a lo largo de la aventura. La naturaleza del videojuego condiciona enormemente la variedad de éstos, pues no es fácil ser demasiado creativo al contar sólo con unos cuantos píxeles. Algunos puzles requieren de precisión: accionar un interruptor y atravesar la puerta antes de que se cierre, otros requerirán de lápiz y papel: señalar un recorrido porque el juego oscurece la pentalla y, principalmente, tendremos que recoger llaves y abrir puertas.

Conclusión.

Recomendaría Alt254 sólo por el gran trabajo realizado para construir una aventura muy sólida partiendo de una base tan minimalista. A base de píxeles y colores construye un videojuego de exploración, divertido y muy interesante. Su único problema es que es demasiado fácil desorientarse y un jugador que no tenga demasiada paciencia puede terminar abandonándolo, como ha sido mi caso.

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