El mismo día de su publicación, GRIS se convertía en trending topic sobre la frase de «el arte hecho videojuego». Quizá ese fue el obstáculo desde el principio, literal y figuradamente, porque lo que insinúa durante los breves minutos en que se comporta más como una versión interactiva del trabajo de Conrad Roset que como un juego, funciona. Y al mismo tiempo, la sensación de que la firma de un ilustrador se haya visto desde ciertos sectores como el marcador indiscutible de que el videojuego se abre, de repente, a la posibilidad de ser interdisciplinar, es algo que hay que tratar con mucho cuidado, aunque sea porque supone ignorar los mecanismos y herramientas propias de la narrativa, composición y estética de un medio que lleva mucho tiempo relacionándose, sin ir más lejos, con el mundo de la ilustración. Uno al que van y vienen artistas de toda disciplina y con suficiente historia como para recitar sus propias poesías.
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