Y por eso no seré yo quien las revele, pero recordad que el juego lleva un cinco a la espalda por algo. Que es un capítulo más de la historia, que continúa las cosas donde las dejamos y que tiene la suficiente entidad como para responder preguntas de hace casi dos décadas, aunque en este sentido cabe un pequeño tirón de orejas: a nivel jugable el ritmo de Metroid Dread es impecable, pero interrumpir la progresión del juego más o menos a las seis horas para descargar sobre el jugador uno de los infodumps más poco sutiles que se recuerdan no es exactamente una solución elegante. Tampoco es un pecado especialmente grave, porque lo que se cuenta interesa y porque a partir de entonces el argumento coge cierta velocidad, aunque sin perder de vista que aquí el lore solo es un extra: que Metroid es su historia, sí, pero sobre todo es agilidad, reflejos, desafío, descubrimiento y puertas que se niegan a abrirse. Que es la emoción de descubrir un salto mejorado o un nuevo tipo de traje y ver como las posibilidades del mapa explotan, y también devanarse los sesos buscando una salida hasta que llega ese momento en el que nos sentimos genios. Metroid Dread, Metroid 5, el Metroid de Mercury Steam, hace todo esto mejor que nadie, aunque el peso de su propia historia puede hacer complicado dar con una valoración final. Quizá, como con frecuencia le sucede a la propia Samus, para encontrarla tengamos que volver sobre nuestros pasos.