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Empiezo esta review admitiendo un gran arrepentimiento por no haber jugado antes a Baobabs Mausoleum. Conocía la existencia del juego, sabía a grandes rasgos la temática e incluso lo tenía en la biblioteca de Steam, pero siempre había aplazado el momento de jugar. Gran error. Baobabs Mausoleum es una gran locura inclasificable en este mundo del videojuego, un producto repleto de carisma que sólo puede idearse en la cabeza de un loco o de un genio. Mi mayor deseo en este momento es terminar de escribir la review para jugar la segunda parte.
El juego, desarrollado por Celery Emblem y publicado en Steam y Nintendo Switch, está dividido en tres partes: Ovnifagos don’t eat flamingos, 1313 Barnabas Dead End Drive y Un Pato en Muertoburgo. La idea inicial era analizar en conjunto todos los capítulos – el último aún no disponible -, pero se puede hablar tanto de cada parte que iremos una a una. Hora conocer a Watracio Walpurgis.
La compleja realidad de Flamingo’s Creek.
Controlamos a Watracio Walpurgis, una calabaza-lechuga-vampiro agente del FBI que tiene un aparatoso accidente de tráfico en las inmediaciones de Flamingo’s Creek, un extraño lugar que sólo es visitable cada 25 años, concretamente el 11 de marzo. Sin coche y sin teléfono, la única solución es llegar al pueblo para pedir ayuda, aunque una serie de personajes y eventos paranormales nos complicarán el camino.
Lo increíble de Baobabs Mausoleum es que, bajo esta sucesión de idas de olla, el argumento tiene sentido y se sostiene. No importa si el protagonista es una calabaza, si hablamos con huevos con pelo, camioneros borrachos, castores-curas o alienígenas, todo es posible en Flamingo’s Creek y nos lo acabamos creyendo. Podríamos caer en el error de pensar que se trata de una trama de relevancia secundaria y que sólo busca sorprender a través de la comedia y el surrealismo de los eventos, pero nada más lejos de la realidad. Todo este contexto estrafalario y paranormal es el pilar sobre el que se edifica un argumento sólido, de misterio, en torno al pueblo y a la figura de Watracio.
Un cóctel de cine y videojuegos.
Baobabs Mausoleum es la obra de un gran amante del cine, algo evidente desde el inicio: el nivel se elige desde una televisión. Si atendemos a la trama, parece un trasunto de Twin Peaks, sólo falta que alguien diga “¿Quién mató a Laura Palmer?”. Pero hay mucho más: encontraremos al mismísimo John Carpenter, a un par de hombres de negro e incluso uno de sus niveles tiene lugar en unas salas de cine de lo más peculiares. Pero si hay algo que destacar, por encima incluso de la presencia de Lynch, son las constantes referencias a la obra de Tarantino: la música inicial, los créditos situados al comienzo, la división por actos, y hasta pequeños guiños a Kill Bill. El bueno de Quentin en sus películas incluye constantes homenajes a las obras que devoró en su juventud; algo similar han hecho los chicos de Celery Emblem con su videojuego. El resultado es una auténtica gozada para los que amamos el séptimo arte. Acabas recorriendo los escenarios y hablando con todos los personajes varias veces sólo para corroborar que no te has perdido ningún guiño.
Este cóctel se completa con otra buena dosis de referencias gamers, la mayor parte desde el punto de vista jugable. Y es que Baobabs Mausoleum es inclasificable: comienza como una aventura gráfica de estilo clásico, termina como un The Legend of Zelda de perspectiva cenital y por el camino pasaremos por zonas en primera persona. Todo sin que el jugador pierda un ápice de interés; al contrario, querremos jugar más sólo para descubrir la próxima genialidad – o locura – del desarrollador. ¿Me he olvidado de algo? QTEs, puzles, zonas de avance 2D, momentos de RPG y hasta un jefe final; en Baobabs Mausoleum hay de todo.
Cine, videojuegos, ¿falta algo más en la coctelera? Pues sí, esta extraña bebida se adereza con diálogos delirantes, escenas inesperadas de brutal violencia, giros random de guion y momentos en que se rompe la cuarta pared. Esta atípica mezcla entiendo que pueda ser demasiado surrealista para un sector del público, pero personalmente me ha parecido una absoluta genialidad. Y repito, lo más impresionante es que, pese al aparente caos, hay una coherencia interna que no se rompe, aunque en algunos momentos se roce el límite.
Con todo, algún punto flaco sí lo encontramos; por ejemplo, la historia principal no acaba de arrancar. Este primer episodio parece una especie de prólogo para presentarnos el caótico mundo de Flamengo’s Creek y asfaltar el camino que, imagino, recorreremos en los siguientes. Por otro lado, los personajes secundarios parecen estar ahí para hacer bulto, pues muchos cuentan con un par de líneas de diálogo que no varían, independientemente del momento en que hables con ellos.
Una mezcla intensa, pero breve
Este primer episodio de Baobabs Mausoleum sorprende y engancha por su enorme variedad de situaciones y mecánicas, pero ninguna se aprovecha en su totalidad. Es un catálogo de géneros del videojuego, pero muchos tienen una presencia casi testimonial, como el momento RPG, los minijuegos o los pequeños puzles. El problema viene cuando vemos que incluso las principales bases del juego, que tienen más peso a lo largo de la aventura, se tratan también de una forma muy superficial. Por ejemplo, en las partes de aventura gráfica sólo podemos llevar un objeto que tendremos que usar, si o si, antes de coger otro, simplificando mucho la tarea del jugador. Otra muestra la encontramos en el tramo en primera persona que, pese a ser de los más extensos, apenas nos ofrece un pequeño reto de buscar unas ratas que podemos completar en 10-15 minutos.
Baobabs Mausoleum acaba siendo un juego lineal que no nos complicará o nos hará dar vueltas preguntándonos qué hacer. Es un pequeño paseo, en línea recta, en el que hacemos unas cuantas tareas al tiempo que conocemos la compleja realidad de Flamingo’s Creek. En total, unas dos horas nos puede durar esta primera parte de la aventura y gracias a que Watracio es bastante lento caminando.
Un videojuego en VHS
Los gráficos de Baobabs Mausoleum, como todo el juego, son peculiares. El juego se basa en una estética retro que usa la técnica del pixel-art. Todo el ecosistema que rodea a Flamingo’s Creek nos traslada a una época ochentera, algo que se acentúa al activar el filtro VHS. Veremos todo como si estuviéramos en una tele de tubo, con rallas e interferencias constantes y un efecto borroso que aumenta, si es posible, la sensación de alucinación del videojuego. La mayor parte del tiempo tendremos una perspectiva cenital, recorriendo escenarios sórdidos – no muy detallados, eso sí – y con una paleta de colores en la que predomina el morado, recordando mucho a la ya comentada serie Twin Peaks.
Es un juego que flojea graficamente. No está a la altura de los grandes pixel-art e incluso encontramos errores frecuentes, como texturas que parpadean o desaparecen y lugares a los que no podemos acceder por barreras invisibles. En cualquier caso, estos defectos no tienen impacto a nivel jugable y se pueden obviar fácilmente gracias a la extraña y magnética atmósfera.
El acompañamiento sonoro está en línea con el visual: convence por ir en consonancia con lo excéntrico del argumento e incluso hay melodías escogidas con mucho acierto, pero llega a cansar. Acaba por volverse repetitivo y cargante en algunos momentos, especialmente en las últimas fases. Al final, he optado por bajar el volumen casi al máximo.
Conclusión: volveremos a Flamingo’s Creek
Este primer episodio de Baobabs Mausoleum es una bendita locura. Es una de esas experiencias tan particulares que hay que probar si o si. A mí, esta mezcla de eventos paranormales, referencias a la cultura popular, modos de juego y escenas gamberras me ha volado la cabeza y sólo quiero saber más de las aventuras de Watracio. No es un juego perfecto, visualmente tiene errores y además es demasiado sencillo, pero no importa, Flamingo’s Creek es un lugar tan carismático que necesitarás volver. He escrito esta review en un tiempo record sólo para jugar a la maldita segunda parte.
Autor
Pese a mi continua obsesión con la literatura, los videojuegos y el deporte, logré acabar mis estudios de filología. Resido en Italia y adoro la pizza.