DeVuego BD

Ginger: Beyond the Crystal es un plataformas 3d independiente que muestra los típicos problemas derivados de la financiación de un juego independiente y que ha de ser juzgado teniendo eso en cuenta. Aun así no ayudan determinados fallos que lastran la jugabilidad y del desarrollo gráfico del mismo. Se debe tomar como un producto que si muestra lo que son capaces los integrantes de Drakhar Studios y que ojala en un futuro nos propongan un nuevo juego menos infantil más adulto y con mejor acabado.

Ginger: Beyond the Crystal es divertido, pero al poco tiempo deja de serlo. Me habría encantado que las actuaciones de voces sean usadas durante todo el juego y no solo en cinemáticas.

La historia es del todo olvidable, y la música ni que decir, sin embargo la diversidad de mecánicas de juego incluidas hacen que sea rescatable. Por ahora, si quieres revivir una buena experiencia que haga honor a los juegos de antaño, te recomiendo mirar hacia otro lado.

Ginger: Beyond the Crystal es una aventura de plataformas muy colorida que busca diferenciarse del resto de juegos del género añadiendo una gran variedad de mecánicas diferentes. Lamentablemente a nivel técnico la versión de Switch hace aguas por todos lados. Hablamos de caídas de frames constantes, fallos en las colisiones en todo el juego, controles que no responden bien y hasta bugs que te pueden hacer reiniciar la partida. Las luces del juego se ven tapadas por todos los problemas que pueblan el juego. Una pena que haya salido el juego así, porque bien pulido podría haber sido una de las grandes sorpresas en el género de las plataformas en Nintendo Switch.

Es cierto que Ginger flojea en muchos aspectos, al igual que es cierto que podría haber dado mucho más de si mismo; pero la buena fe con la que Drakhar Studios ha entrelazado todos los elementos del juego hace que la relación con Ginger: Beyond the Crystal adopte una posición nostálgica, una que nos recuerde a aquellos tiempos en que los videojuegos de plataformas 3D aún estaban dando sus primeros pasos; tiempos en los que la pureza de Banjo-Kazooie, o Rayman (entre otros), parece irrepetible a día de hoy.